Tras mes y medio en la UCI, otros quince días en el hospital y más de un mes atendida por su madre, ahora Chelo y su hijo tienen por primera vez fuerzas para contarlo. "Yo estaba en un sitio tranquilo, detrás de las verjas y estaba diciendo a la policía que no disparara porque estábamos en plan tranquilo, que no había ningún problema. Vi que del grupo de la policía salía una escopeta y me dí la vuelta para meterme detrás de las vallas cuando me dio la pelota", cuenta Chelo.

Su familia denunció la agresión mientras ella todavía estaba sedada. En los ratos en los que Chelo recuperaba la conciencia, sólo se acordaba de una cosa: su agresor. "Vi sacar la escopeta y apuntar directamente hacia mí, por eso me dí la vuelta y me dieron en la espalda", declara la víctima.

Chelo no tiene ningún vínculo con los mineros, simplemente quería solidarizarse con ellos. Algunos de los manifestantes serán sus testigos si es que consigue llevar el caso a juicio. Chelo asegura que "hay muchas dificultades para identificar al policía y no están ayudando nada".

Ni desespera ni dejará de manifestarse. Aún tiene que recuperar masa muscular pero de energía ya se ha cargado para que nadie se olvide de ella.