Ha pasado un año desde que se diera por terminada la erupción del Cumbre Vieja. Los vecinos de la isla de la Palma se despertaron entonces con el mejor regalo de Navidad: el silencio, que durante meses había quedado sepultado por el volcán.

El Cumbre Vieja entró en erupción después de que la isla registrara una gran actividad sísmica. En este sentido, el vulcanólogo Nahum Méndez señala que "una semana antes de la erupción, los enjambres sísmicos fueron incrementando su actividad y cada vez más iba dibujando la zona en la que era posible que se produjera esta fisura".

Precisamente, esa fisura fue la que dio paso a un volcán que tuvo en vilo a toda una población durante tres meses. Las coladas de lava arrasaron con todo lo que se encontraban a su paso, como la iglesia del municipio de Todoque, que fue engullida por el magma.

Vecinos de localidades cercanas se vieron obligados a abandonar sus viviendas. El municipio de el Paso fue uno de los más castigados. "Un barrio desapareció prácticamente al completo. Se perdieron en total unas 256 viviendas", indica su alcalde. Era tal la cantidad de lava que arrojaba el Cumbre Vieja que terminó por llegar al océano.

Un año después, los palmeros tratan de recuperar poco a poco su vida anterior, aunque muchos no lo han conseguido. "Tenemos 59 familias en una situación de transitoriedad", lamenta Sergio Rodríguez, alcalde de El Paso.

El volcán ahora se encuentra en la fase de enfriamiento. Según los expertos, "es fundamental una vez ocurrida esta catástrofe, que las autoridades se pongan a hacer un esfuerzo sobre dónde es más adecuado construir", tal y como subraya Nahum Méndez. El objetivo, que los palmeros no tengan que volver a abandonar sus casas nunca más.

Los afectados denuncian que la situación es "igual o peor" que hace un año

Por su parte, los afectados critican que, un año después, la situación ha mejorado poco. "Seguimos con mucha incertidumbre, no sabemos qué va a pasar, la cosa está igual o peor", expresa a Europa Press Fátima Ramos, portavoz de la Plataforma de Afectados por la Erupción de La Palma, quien reconoce que "uno de los mayores problemas" es la vivienda, con muchas personas aún en casas prestadas, viviendo con amigos o acogidos en tres hoteles de la isla --aún siguen así algo menos de 150 personas--.

En la misma línea, Ramos asegura que "hay muchas familias sin nada",y aunque ha habido dinero para los afectados y la reconstrucción --se han movilizado más de 600 millones--, cree que no se ha repartido de forma adecuada.

Además, critica que falta mucha concreción en toda la legislación relacionada con el volcán, ya que todavía no se ha aprobado el decreto que pretende regular el urbanismo en la zona de las coladas. Ante este contexto, asume que hay que "seguir viviendo, mantener esperanzas e ilusiones vivas" pero "se nota en el ambiente" que la Navidad, en la comarca oeste de la isla, no es muy feliz.

"No tenemos un hogar como el que teníamos y hay incertidumbre sobre lo que va a pasar", señala, al tiempo que busca "fuerza para luchar" y que sus derechos y dignidad como afectados "se consigan".

Por su parte, Juan Vicente Rodríguez, de la Asociación social volcán Cumbre Vieja, critica que los afectados no tienen "valor ninguno" porque no se les tiene en cuenta, ni siquiera por "el dolor" que han sufrido a raíz de la erupción. El hombre asume que "las ayudas son las que son", según la ley, pero lamenta que no haya una ley específica para la isla que les "compense" de verdad.

Asimismo, Juan Vicente señala que se sienten "desprotegidos" porque "todo va muy lento", y la entrega de viviendas se hace "a cuentagotas" --aunque se han entregado 140 viviendas más 126 modulares y 537 familias reciben una yuda de alquiler-- lo mismo que las obras en vías y servicios, si bien reconoce diferencias entre los que tienen su casa en Puerto Naos y La Bombilla, cerrados por ahora por gases, que los que la perdieron arrasada por la lava. "Lo que esté debajo del volcán no existe y búscate la vida", denuncia.