Con tan solo 20 años Antonio puede presumir de ostentar el título de mejor orador del mundo. Si algo ha aprendido en sus años de debatiente, es que hay que ponerse en la piel de otros e informarse de absolutamente cualquier tema. Dice Antonio que “lo mejor es tener la capacidad de abrir la mente y analizar las dos caras que puede tener una moneda para poder prepararte para cosas con las que no tienes por qué estar de acuerdo”.

Es exactamente lo que aprenden en los numerosos clubes de debate en las universidades españolas. Una vez planteado el tema, 15 minutos sin recursos electrónicos bastan para argumentar vehementemente una postura.

Convencer al contrincante es cuestión de práctica. Irene Miguelsanz, miembro de la sociedad de debate de la UAM, asegura que aunque no se tenga el talento "puedes perfectamente llegar a ello, entrenado y dedicándole horas".

Eso es justo lo que hacen en algunos centros escolares a edades más tempranas. A diferencia de otros países europeos, en España la oratoria no es obligatoria y quienes la imparten en sus clases lo hacen en horarios extraescolares o como parte del currículo tan solo en colegios privados y concertados.

Cualquier tema vale, en un instituto, por ejemplo, debaten sobre la conveniencia o no de los exámenes. Tanto unos como otros deben razonar con criterio, algo que les servirá también en su vida adulta, porque dice Glenda Hughes, profesora de oratoria, les hace tener una opinión más crítica "no se creen todo a la primera". Todos ellos saben que expresarse bien no debería ser una asignatura pendiente.