Tras una operación y varios días ingresada, cuando a Antonia por fin le dieron el alta, tardó nueve horas en llegar a casa. "Hasta la una y cuarto de la madrugada estuve en un 'silloncito' esperando", cuenta.

Tanto tuvo que esperar que en visitas posteriores rechazó ir en ambulancia. Dice que ahora opta por el "autobús o incluso por pagar un taxi".

Un caso tan extremo es, según la Comunidad de Madrid, una incidencia puntual. Pero los usuarios cuentan que los retrasos son diarios.

Nosotros lo hemos comprobado en dos días distintos en dos hospitales diferentes.

La madre de Pilar es paciente oncológica. Acude al médico varias veces por semana. Cada día tienen que llamar para quejarse por la tardanza que, en esta ocasión, ya va por tres horas. "Le he tenido que sacar un sándwich porque tiene que comer y tomarse las medicaciones. Se lo he dicho a la ambulancia las tres veces que he llamado", manifiesta Pilar.

Misma escena en la puerta de otro centro: varios pacientes logran por fin que los recojan. "Nos podemos tirar aquí como tres horas", cuenta una de ellas.

Los trabajadores de las ambulancias se defienden. Ellos hacen todo lo que pueden y tienen que dar la cara con los pacientes. Laura Núñez, camillera y mimebro del sindicato CGT afirma que "tienen que exceder su jornada y les crea estrés escuchar a pacientes todo el día quejándose de que no llegan a su tratamiento".

En Madrid son tres empresas las adjudicatarias de estos servicios. Tienen, en total, 108 millones de presupuesto para cuatro años. Aun así, denuncian los trabajadores, les faltan recursos de personal y material.

La Comunidad, por su parte, asegura que controla firmemente que se cumpla lo pactado y que mejorará la información sobre los tiempos de espera en los próximos meses.