Las encuestas acertaron de pleno, o casi. Juanma Moreno Bonilla se ha convertido este domingo en el claro ganador de las elecciones autonómicas de Andalucía. El popular ha sido el candidato más votado con un resultado histórico, muy por encima del resto de formaciones que han concurrido a esta cita electoral: ha alcanzado una mayoría absoluta con la que podrá revalidar su mandato, esta vez en solitario y sin tutelas. Moreno Bonilla no tendrá que recurrir a una extrema derecha -como sí tuvo que hacer su compañero Mañueco en Castilla y León- que incrementa ligeramente su fuerza pero se queda sin objetivo, y triunfa ante el enésimo batacazo de Ciudadanos y ante una izquierda incapaz de convencer e ilusionar a su electorado.
El presidente de la Junta, gran favorito desde el inicio de la carrera electoral, ha mejorado enormemente los resultados que cosechó en 2018. Esto es, ha pasado de ser segunda fuerza en un territorio históricamente socialista, con el 20,75% de los apoyos y 26 escaños, a consolidarse como líder del cambio de rumbo andaluz, ocupando la primera posición con el 43,12% de votos y 58 parlamentarios. Un ascenso sin precedentes en la región por el que se ha mostrado visiblemente eufórico ante los militantes y simpatizantes de su candidatura. Ante ellos, el renombrado máximo responsable de la Junta ha prometido "serenidad" y "humildad", aseverando, como no podía ser de otra forma, que gobernará para todos los andaluces.
En contraposición, el PSOE esta vez ni siquiera ha jugado en la misma liga que los populares, vistas unas cifras electorales que confirman el éxito del PP en todas las provincias andaluzas y, en consecuencia, el fin de la hegemonía socialista. El recién estrenado Juan Espadas, siempre acompañado por Pedro Sánchez a lo largo de la carrera electoral para ayudarle a ganar adeptos, solo ha podido atraer al 24,10% de los andaluces, que le han dado 30 escaños. Son tres menos que en 2018. Lo sorprendente de su derrota es que ha acabado por culpar directamente al dirigente popular: "Nos hemos enfrentado a un presidente que no ha dudado de usar toda la maquinaria desde la Junta de Andalucía para condicionar a la opinión pública".
La tercera posición es para Vox, partido que a pesar de las constantes polémicas de Olona ha crecido en voto y voz, aunque no tanto como apuntaban sus propias expectativas. La candidata de Abascal se ha hecho con el 13,46% de los votos, recibiendo así 14 escaños. El crecimiento del PP y de la extrema derecha constatan por otro lado la caída libre de Ciudadanos, cuyo varapalo no por esperado deja de ser sorprendente. La formación abanderada por Juan Marín en Andalucía ha perdido en estos cuatro años de legislatura la totalidad de sus escaños: 21, que se dice pronto. Con sus escasos apoyos, cifrados en el 3,29%, Juan Marín ha anunciado su renuncia a todos los cargos que ostentaba en el partido y Ciudadanos vuelve a despedirse de otro parlamento. Un nuevo choque de bruces contra la realidad que dibuja el peor de los escenarios futuros para el partido presidido por Inés Arrimadas.
La paradoja de la izquierda: la desunión entre Por Andalucía y Adelante Andalucía ha impedido un Gobierno de coalición del PP con la extrema derecha
No tan sonora, aunque también importantísima, ha sido la derrota en las urnas de la izquierda alternativa. Ni Por Andalucía, con Inma Nieto a la cabeza, ni Adelante Andalucía, con Teresa Rodríguez al frente, han logrado movilizar todas las sensibilidades del espectro progresista. Con los porcentajes de votos cosechados, del 7,68% por un lado (cinco escaños) y del 4,58% por el otro (dos escaños), ambos partidos siquiera se acercan a la posibilidad de formar equipo con el PSOE para plantar cara a Moreno Bonilla. Las discrepancias y divisiones de esa izquierda a la izquierda de los socialistas han acabado pasando factura, y eso que desde un bando, el de Por Andalucía, se llegó a reconciliar a Errejón con Podemos para esgrimir la ya tan recurrente llamada a la unidad. Tras conocer los resultados, esa palabra ha vuelto a disolverse.
Nieto ha esgrimido dos factores para justificar sus bajos números electorales. Por un lado, ha lamentado la falta de tiempo para construir un proyecto político sólido, visible y viable con el que llegar a más población andaluza. Por otro lado, ha culpado a Teresa Rodríguez por no haberse sumado a la confluencia: "Lamentablemente, la fuerza que no se sumó ahora verá el destrozo que provoca la desunión". Pero hay algo de paradójico en esta crítica a la desunión. Si Por Andalucía y Adelante Andalucía hubieran concurrido juntas a estas elecciones habrían logrado unos escaños vitales que, sin embargo, habrían dejado sin mayoría absoluta al PP, por lo que acabaría dependendiendo de Vox. Es decir, la fragmentación de la izquierda ha impedido un Gobierno de coalición con la extrema derecha.
Ahora, con los datos ya completamente escrutados y sobre la mesa, se confirma que no hay lugar para ecuaciones ni otras fórmulas matemáticas. No será necesario saber si los partidos del llamado bloque progresista habrían aceptado finalmente la abstención para facilitar la investidura de Moreno Bonilla por mayoría simple, impidiendo así que la extrema derecha obtuviera plaza en el nuevo gobierno. Tampoco será necesario saber si Moreno Bonilla habría optado por un Gobierno de coalición con Vox o por una nueva convocatoria electoral. El nuevo horizonte político en Andalucía está ya perfectamente definido y con un color presente en todas las provincias: el azul de un Partido Popular y de un Moreno Bonilla a los que no ha podido salirles mejor la jugada.
Una campaña hecha a medida
Las razones son múltiples, pero una de ellas se alza sobre las demás: el ya renovado presidente andaluz ha dirigido su campaña electoral y la de otras formaciones sin ninguna dificultad. Lejos de enfangarse en los debates sobre las numerosísimas necesidades que padece el sur en la actualidad, Moreno Bonilla logró virar el discurso de todos los candidatos hacia el gran dilema que acecha desde hace tiempo a cualquier convocatoria electoral: la entrada o no de la extrema derecha en los gobiernos. En otras palabras, su enfoque fue el siguiente: o recibía los votos suficientes para gobernar en solitario, o Vox llegaría también a San Telmo. Una 'falsa' disyuntiva con la que obligó a posicionarse al resto de partidos.
Precisamente, esta fórmula de Moreno Bonilla no solo llevó a reordenar las estrategias de campaña del resto de agrupaciones. También forzó una reorientación de la intención del voto, reduciendo indirectamente las posibilidades a las dos mencionadas; paradójicamente, con una premisa muy parecida a la que ya dibujó la revista Hermano Lobo en 1975: o nosotros, o el caos. Este ha sido el gran tema electoral, el dilema que ha invadido la campaña, la vía que ha centrado el debate. Y el gran éxito de Moreno Bonilla. Por contra, esta cuestión ha pesado, y mucho, al bloque de la izquierda. Lo curioso de esta maniobra es que Moreno Bonilla no fue el único en intentar aprovecharla.
A ella se quiso unir también la extrema derecha, que descubrió en el planteamiento del presidente andaluz un nicho con el que explotar la candidatura de Olona. Viendo que sus resultados mejoraban ligeramente los escaños obtenidos en 2018, en Vox optaron por dar por hecho que Moreno Bonilla les necesitaría. Para ellos, sin duda alguna era lo que iban a confirmar los resultados de las elecciones. Prueba de ello fueron los continuos mensajes directos que tanto Olona como Abascal enviaron a Juanma Moreno y al Partido Popular con una propuesta muy clara: o les permitía integrarse en un nuevo gobierno de coalición o votarían en contra de su investidura si se quedaba en la mayoría simple. Una apuesta arriesgada que, finalmente, no se ha cumplido.
Tampoco tenían más opciones. Sabiéndose con antelación que Ciudadanos viviría una nueva debacle electoral y que Moreno Bonilla atravesaba un buen momento en términos políticos y de imagen pública, Vox estaba obligado a mejorar sustancialmente su posición en el Parlamento si quería pintar algo en Andalucía tras este 19J. Y ha sucedido quizá lo que más temían: que el aumento de los apoyos a la formación no sirviera de nada. No han logrado situarse como agrupación clave, como lo fue hace cuatro años Ciudadanos, para definir gran parte de las condiciones sobre las que se erigiría el nuevo Gobierno del PP andaluz. Aun así, Macarena Olona ha asegurado que se quedará en Andalucía.