Riendo en uno de sus primeros vuelos a motor. Así se mostraba Andreas Lubitz hace unos diez años. La ilusión de un adolescente, con pelo corto y gafas, que desde niño soñaba con surcar los aires y que a los 14 había empezado a volar en parapente en el club de su pueblo natal.

Dieter Wagner, compañero del club de vuelo 'Westerwald' explica que "juntos sobrevolamos la zona donde se estrelló, al menos diez veces".

Tras trabajar como azafato de vuelo, formarse, y estar de baja unos meses por motivos aún no confirmados, logró ser piloto.

Jörg Kampflein, miembro del club de vuelo 'Westerwald' destaca que Lubitz era "un piloto normal y corriente, un joven normal, nada fuera de lo común".

La salud y personalidad de Lubitz, que tenía que haber pasado nuevos exámenes médicos para renovar su permiso este verano, siguen centrando la investigación. Estaba de baja cuando estrelló el vuelo 9525.

El Hospital Universitario de Düsseldorf, donde Andreas había acudido varias veces en los últimos dos meses, ha entregado su historial clínico a las autoridades alemanas.

También Lufthansa ha hecho lo propio con el expediente laboral. La compañía ha vuelto a insistir en que no tenía constancia de que sufriera una enfermedad psicosomática, ni de ningún tipo, y en que Lubitz pasó todos los controles.