En Taiwán miles de personas han disfrutado de la fiesta del Orgullo, de la noche de Halloween o de baños en piscinas repletas. Una 'licencia' permitida gracias a sus datos: el país suma 200 días sin contagios locales.

¿Su secreto? Las claves del éxito de sus medidas las detalla a laSexta el inmunólogo Alfredo Corell. Si bien cree que no hay ningún "secreto particular", explica que se debe a una suma de variables diferentes, en concreto, cinco claves.

La primera es el efecto isla, que permite controlar de un modo más fácil la entrada a su territorio de personas desde el extranjero, algo que el país asiático hizo desde diciembre, llegando a prohibir los vuelos de residentes de Wuhan desde el 21 de enero tras registrar su primer positivo.

En España, señala Corell para explicar las diferencias, en la segunda ola se priorizó la recuperación económica a base del turismo y se abrieron fronteras sin controles, lo que considera que fue un error.

La clave número dos en Taiwán fue la anticipación, ligada directamente con la tercer punto, la experiencia previa adquirida tras sufrir en SARS en 2003. Lo cierto es que ni España ni ningún otro país de Europa contaba con esa experiencia y esa anticipación.

En Taiwán contaban no solo con un comité de epidemias, sino también con una gran inversión en Salud Pública, con la que no cuenta España. "Es un país que no ha invertido en las última décadas y investigación desarrollo sino un modelo de un país de servicios y turismo", recalca el inmunólogo.

Esa inversión les permite tener una alta capacidad de rastreo: 20 contactos por cada caso sospechoso. Ayuda en este tarea que ha estado acompañada por el uso de las tecnologías.

Y esa es precisamente la clave número cuatro: el manejo de los datos y el 'big data' en los países asiáticos. "No es necesario llegar al confinamiento total si controlas en qué punto está cada brote y para eso tienes que controlar al individuo y para eso es a través de la tecnología", explica.

Todo lo anterior se une a la quinta clave del éxito de Taiwán: la colaboración ciudadana, disciplinada y basada en una cultura que prioriza al grupo, no al individuo. Corell cuenta que para que la colaboración sea máxima se basa en la transparencia y la comunicación.

En nuestro país, por el contrario, la gente no sabía cómo tenía que hacer las cosas, lo que ha llevado, por el momento, a los ciudadanos españoles a sentir cierta confusión.