Las Fuerzas de Defensa de Israel insisten, extraoficialmente: "De esta semana no pasa que entremos en Gaza". De hecho, el jefe del Estado Mayor Herzi Halevi arengaba a última hora del domingo a los contingentes desplegados "a las puertas de la Franja". "Ahora tenemos que entrar en Gaza, es nuestra responsabilidad -les exhortaba- para tomar los puntos donde esté Hamás; golpearles duro, destruir cada puesto, cada mando, cada miliciano, cada infraestructura. En una palabra, ganar".

La primera razón para que aún no se haya producido esa 'inminente' incursión, prevista para este fin de semana pasado, serían -según mandos israelíes a la prensa estadounidense- las malas condiciones atmosféricas: estos últimos días, sus pilotos y drones no hubieran podido darle buena cobertura aérea (imprescindible) a la operación. No debe estar ayudando la durísima campaña de bombardeos que, para despejar el terreno a los soldados, lanza al cielo ingentes nubes de humo, polvo, escombros...

Una campaña que, además, iría también con cierto retraso, ante la dificultad de acabar con las decenas de miles de milicianos de Hamás atrincherados en búnkeres, arsenales y túneles subterráneos que tienen por toda Gaza. Todo, para despejar el camino y facilitar la que será "una invasión como no hemos visto en lo que llevamos de siglo", en palabras de Jesús Núñez Villaverde, codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria, para Al Rojo Vivo.

Como la mayoría de expertos, coincide en que esa entrada se va a producir porque a Israel no le queda otra y los propios analistas israelíes auguran que será larga, muy larga: al parecer, algunos mandos de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) estiman -piden- hasta año y medio para poder ir casa por casa buscando a milicianos y comandantes de Hamás.

Presiones internas y externas

En cualquier caso, será "una operación muy dura tanto en costes humanos como de destrucción", apostilla Núnez. Y eso es, políticamente, un gran riesgo para el atribulado Gobierno de Netanyahu: "La sociedad israelí, incluso en tiempo de guerra, es muy reacia a sufrir un gran número de bajas", explica Yago Rodríguez, de 'The Political Room' en ARV.

Presión doméstica a la que se une la que llega incluso desde sus más firmes aliados, como Estados Unidos. Joe Biden ha declarado a la 'CBS' que "sería un error que Israel volviera a ocupar Gaza; un gran error, creo". "Hamás y los extremistas no representan a todo el pueblo palestino", ha insistido el mandatario demócrata.

Matiza así el presidente estadounidense su apoyo a la defensa israelí; como a prácticamente toda la comunidad internacional, no le interesa que el conflicto se extienda en una región que, de por sí, ya es un polvorín. Una incursión fuerte de Israel en Gaza desataría la ira de Hizbuláy otras milicias, apoyos de Hamás, y desde el Líbano podrían ampliarse los combates a otras zonas, incluido el propio Israel. "Unos y otros tienen que medir mucho, y así está pasando", explica Jesús Núñez.

Otros analistas, como Ignacio Cembrero, añaden que los países limítrofes -empezando por Egipto- tampoco quieren asumir la catástrofe de otro éxodo masivo de refugiados palestinos.

También retrasa el operativo que las FDI aún no saben dónde están los rehenes retenidos por Hamás. A la mínima, temen, les usarían como escudos humanos.