El mariscal Jalifa Hafter, hombre fuerte de Libia, intensificó hoy su ofensiva militar sobre Trípoli con bombardeos que causaron un número indeterminado de víctimas en los barrios del sur y amenazan con desencadenar un baño de sangre en la capital.

La virulencia de los ataques, concentrados en torno al antiguo aeropuerto internacional de la capital y el área de Suq al-Khamis, empujó a Naciones Unidas a solicitar un alto el fuego para evacuar a los heridos.

"Hemos recibido en torno a una veintena de cuerpos desde el jueves. Pero no tenemos recursos para identificarlos como tampoco para tratar a los heridos", explicó a Efe un médico del hospital central.

Ahmad al Mismari, portavoz de las fuerzas de Hafter, admitió, por su parte, que el llamado Ejercito Nacional Libio (LNA) perdió 14 soldados en las primeras horas de combates y advirtió de que sus baterías derribaran cualquier avión que sobrevuele áreas bajo su control.

Los combates arrancaron poco antes del amanecer, con las milicias fieles al gobierno impuesto por la ONU en Trípoli (GNA) tratando de evitar el avance de las tropas orientales a través de Wadi Raba, una zona agrícola en el sureste.

Según Mohamad Gnounou, portavoz de las fuerzas del GNA, la acción forma parte de un operación de contraataque denominada "La ira del volcán", cuyo objetivo es "purgar la capital de fuerzas agresoras ilegítimas".

Gnounou insistió en que las milicias del GNA mantienen el control del citado aeropuerto, situado a apenas 24 kilómetros del centro, y en desuso desde hace más de un lustro.

Sin embargo, testigos dijeron a Efe que el dominio no es completo y que el extrarradio está controlado por las fuerzas de Hafter, escoltadas por decenas de vehículos artillados con ametralladoras de calibre medio.

Los combates se recrudecieron el sábado después de que Hafter asegura al secretario general de la ONU, Antonio Guterres, de visita oficial en Bengasi, que no detendría la operación que lanzó el jueves con el propio Guterres en la capital.

Y de que Fayez al Serraj, jefe del gobierno impuesto por la ONU en Trípoli en 2016, acusara a Haftar de haberle traicionado al rechazar un supuesto plan de paz, y ordenara responder con bombardeos.

En su apoyó llegó anoche una columna de vehículos artillados y un batallón procedente de la ciudad-estado de Misrata, principal puerto comercial de Libia, enemigo declarado del mariscal. "Esta a la espera de recibir órdenes concretas para intervenir", explicó su portavoz, Khaled Abu Jazia.

En este ambiente de creciente violencia, el mando central de Estados Unidos en África (AFCOM) ordenó la retirada de todas las tropas en el país, desplegadas hace tres años para combatir a grupos yihadistas como el Estado Islámico.

En un comunicado, el comandante jefe de la fuerza, general Thomas Waldhauser, admitió que la seguridad "se está volviendo compleja e impredecible" y aseguró que el repliegue "no reduce la capacidad operativa" en defensa de los intereses de EEUU.

Además del personal de inteligencia desplegado en ciudades como Trípoli y Misrata, parte del cual sigue en el terreno, Estados Unidos opera en Libia unidades de drones que utiliza en ataques contra objetivos puntuales.

Libia es un estado fallido, víctima del caos y la guerra civil, desde que en 2011 la OTAN contribuyera militarmente a la victoria de los diferentes grupos rebeldes contra la dictadura de Muamar al Gadafi.

Desde 2014 tiene dos focos de poder enfrentados, un gobierno sostenido por la ONU en Trípoli -que apenas controla la capital y algunos zonas del oeste- y otro establecido en la ciudad oriental de Tobruk tutelado por el controvertido mariscal, que domina cerca del 70% del territorio.

De lograr su objetivo, Haftar, un ex miembro de la cúpula militar que en 1969 aupó al poder a Al Gadafi, se haría prácticamente con el control del país.

En febrero de este año, extendió su influencia sobre las grandes ciudades del sur y de los yacimientos petroleros occidentales de Al Sharara y Al Fil, esenciales para la supervivencia económica y energética de la capital.