Muzaffer Kayasan tiene un triste récord en su haber: lleva 441 días como infectado por COVID-19 y ha dado positivo en 78 pruebas seguidas desde entonces. Cuando enfermó por primera vez pensaba que iba a morir ya que tenía una grave leucemia. Pero, más de un año después, sigue vivo pero sin poder hacer vida normal.

Kayasan, de 56 años, tiene la infección continua más larga de Turquía y posiblemente del mundo. Según los médicos, esto puede deberse a su sistema inmune debilitado por el cáncer. A pesar de haber entrado y salido en varias ocasiones del hospital desde noviembre de 2020, mantiene el buen humor: "Supongo que esta es la versión femenina del COVID, está obsesionada conmigo".

Tras nueve meses en el hospital y cinco aislado en su apartamento, recibe con entusiasmo las visitas de su nieta, que se queda jugando en el jardín mientras él, desde dentro, le habla a través de la puerta de cristal en la trasera de su hogar. "Jugaré contigo cuando me ponga bueno", le dice.

Según un estudio publicado el año pasado en la revista New England Journal of Medicine, los pacientes infectados de coronavirus con un sistema inmunodeprimido están en riesgo de una infección prolongada. Otro de la Sociedad de Leucemia y Linfoma evidencia que uno de cada cuatro pacientes de cáncer no produce anticuerpos detectables incluso tras recibir dos dosis de la vacuna.

El médico de Kayasan, Serap Simsek Yavuz, que es profesor de enfermedades infecciosas y microbiología clínica en la Universidad de Estambul, asegura que este es el caso más largo del que han tenido constancia y que lo han monitorizado de cerca para detectar cualquier riesgo de una variante mutada.

Los test positivos hacen que Kayasan no pueda optar a la vacuna, de acuerdo con las indicaciones turcas que apuntan a que han de esperar a una recuperación completa para recibir los sueros. El hombre, que perdió el gusto y el olfato, ha pedido a las autoridades sanitarias que le permitan al menos un encierro más leve en su caso.