El bombardeo de la central nuclear de Zaporiyia, la más grande de Europa, marca un antes y un después en la guerra en Ucrania. La amenaza de una nueva catástrofe nuclear ha hecho saltar todas las alarmas de un país que aún sufre las secuelas de Chernóbil. La central nuclear de Zaporiyia es la mayor de Europa en términos de capacidad instalada. Sus seis reactores VVER-1000 tienen una capacidad de 1.000 MW. El primero se puso en funcionamiento en diciembre de 1984 y el sexto, en octubre de 1995.

El presidente Zelenski y el ministro de ucraniano de Exteriores, Dmitro Kuleba, han alertado a la comunidad internacional sobre los riesgos de daños en la planta: "Será el fin de todo, será el fin de Europa", ha remarcado Zelenski en un discurso a la población en el que ha llamado a Europa a "despertar" ante la amenaza rusa.

En este sentido, el presidente ucraniano ha explicado que la central de Zaporiyia tiene 6 reactores, mientras que solo uno causó la catástrofe de Chernóbil. Asimismo, ha indicado que los tanques rusos están equipados con cámaras termográficas para que los soldados sepan adónde disparar. "Rusia quiere repetir la catástrofe de Chernóbil y lo está repitiendo, pero seis veces más", ha aseverado.

Kuleba, por su parte, ha afirmado que la radiación en la planta "es actualmente normal", pero ha insistido en que el Ejército ruso la bombardea "desde todos los lados". "Si explota será diez veces más grande (la catástrofe) que Chernóbil" en 1986, ha alertado. "Los rusos deben cesar el fuego inmediatamente, permitir el acceso a los bomberos y crear una zona de seguridad", insistía en la red social Twitter.

¿Hay peligro de radiación?

El portavoz de la central nuclear, Andrii Tuz, explicó que "el combustible nuclear está dentro del reactor atómico. Todavía no se ha descargado. Además, hay una piscina de recarga y almacenamiento de combustible nuclear en la sala central que también contiene uranio y conjuntos de combustible nuclear", dijo, al enfatizar el peligro de que se rompa la cubierta sellada.

Estados Unidos ha asegurado que la central nuclear no registra "niveles elevados de radiación". La secretaria de Energía estadounidense, Jennifer Granholm, ha agregado que "los reactores de la planta están protegidos por estructuras de contención robustas y han sido apagados de forma segura", ha agregado. Aún así, no obstante, que las operaciones militares rusas cerca de esa planta son "temerarias".

El alcalde de Energodar ya había informado horas antes de fuertes combates en los accesos a la central nuclear. "Se han producido feroces combates de más de una hora en los accesos a la central nuclear de Zaporiyia. Nuestras Guardias Nacionales mantienen la defensa, afirmaba entonces, tras indicar que 'una columna de vehículos enemigos' se dirigía en dirección a la central nuclear y que se escuchaban fuertes disparos en la ciudad. El miércoles cientos de empleados de la central nuclear trataron de impedir a una columna del Ejército ruso que accediera a la planta con camiones cisterna y neumáticos.

Así está Chernóbil 35 años después

La explosión de un solo reactor de la central nuclear de Chernóbil fue una catástrofe con casi 100.000 víctimas directas o indirectas. La primera alerta de los altos niveles de radiación llegó desde el norte de Suecia, concretamente desde la planta de Forsmark, a más de 1.100 kilómetros de Chernóbil.

A día de hoy, se sigue considerando el incidente nuclear más grave de la historia, solo comparable con el sucedido en Fukushima en 2011. De hecho, Ucrania todavía no ha conseguido sellar las filtraciones radiactivas del reactor que explotó y, de los 800.000 liquidadores que trabajaron allí, sólo 130.000 siguen vivos.

Las secuelas siguen presentes también para la población de toda la zona de exclusión. Los médicos advierten de que los niños que nacen ahora aún podrían padecer malformaciones. De hecho, se sigue atribuyendo a Chernóbil una amplia variedad de trastornos.

Chernóbil sigue habitada actualmente por entre 2.000 y 3.000 personas, y allí viajan al año una 150.000 personas. No obstante, la vida sigue sin ser normal en una zona arrasada aún por el fantasma de la radiación. La explosión del 26 de abril de 1986 alteró hasta los mapas. Prípiat fue una ciudad de 350.000 personas, y allí, a diferencia de Chernóbil, ya no vive nadie.

Las filtraciones de radiación se han detectado hasta 2019, a pesar de las estructuras que tratan de enterrar todo el material nuclear. Según el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), la situación aún es "potencialmente peligrosa" por el deterioro del sarcófago.