Qué atascado estaba el Real Madrid ante el Alavés. Qué poca fluidez, qué falta de claridad... y qué frialdad. Frialdad en fútbol y en afición. Sí, pero tan solo había que encender la mecha. Tan solo faltaba la chispa. Tan solo era cuestión de pasara algo que pasó en el minuto 63. Su autor, el que realizó la gran obra maestra del sábado junto al golazo de Luis Suárez, fue Marco Asensio.
Venía de errar un pase, pero el disparo no. El tiro, con la zurda, no lo marró. Menudo escándalo de tiro, de esos que hay que poner en las escuelas para enseñar a golpear el cuero y que ver. Que ver muchas veces. Que por más que se vea no cansa.
Cogió la bola en el pico del área, en la derecha. En su zona de influencia. Se perfiló para su pierna buena, levantó la cabeza y se atrevió. Y menos mal que lo hizo. Porque dio en el centro de la diana.
Cual flecha, dirigida con suavidad y con el efecto perfecto, el balón fue directo a la escuadra derecha de la meta que defendía Pacheco. Lo intentó, pero no. Era imparable. Era, sencillamente, un disparo perfecto rumbo al gol.
Era la genialidad que necesitaba el Real Madrid. La que necesitaba también la afición, fría afición, que quería también algo así para enchufarse y para creer en la remontada ante un PSG que se ha estrellado ante el Nantes en la Ligue 1.
Luego, al fin, conexión Benzema - Vinicius para mantener la esperanza. El galo se la puso al brasileño en un buen movimiento hacia el corazón del área para batir a Pacheco al primer toque. Para terminar, el tercero. De Benzema, de penalti.
Partido complicado... pero victoria. Victoria para mantener a distancia al Sevilla y para coger moral para el desafío que tienen en el Bernabéu y que les enfrentará al PSG por un hueco en los cuartos de final de la Champions League.