Muchas de las adaptaciones cinematográficas no eran lo que imaginaron sus autores, ni tampoco lo que originalmente escribieron. A la autora de Mary Poppins no le convencían las ideas que Disney tenía para adaptar su novela a la gran pantalla.

Una película musical que la escritora se negaba a aceptar. Y así se lo dijo al mismísimo Walt Disney cuando se sentó a negociar los derechos de la obra, pero el tío Walt la convenció y el resto de la historia ya la conocen: hubo película, pero la autora prohibió que se rodaran más secuelas.

Sin embargo, no fue la única que vio cómo cambiaba su novela. Stephen King vivió algo parecido con 'El Resplandor': "Renegó de ella y la llegó a llamar 'un cadillac sin motor', que era muy bonita pero que por dentro estaba totalmente vacía", cuenta Enrique Alegrete, editor de Notorious Ediciones. Tampoco le convencieron los actores: de la protagonista dijo que era 'una máquina de chillar'.

Por otro lado, la Holly Golightly que se acercaba al escaparate de Tiffany's debía haber sido rubia, y en lugar de Audrey Hepburn, haberse llamado Marilyn Monroe. Truman Capote escribió el personaje pensando en ella, pero Marilyn lo rechazó y la Paramount se decantó entonces por Hepburn, añadiendo nuevas escenas a la historia. "La novela tiene un tono más ácido y frívolo, y aunque en la película se intuye, no se llega a ver con total nitidez" cuenta Alegrete respecto a la adaptación de Capote.

La misma decepción la vivieron Roald Dahl con su Willy Wonka y 'La Fábrica de Chocolate', Nabokov con su 'Lolita', o Caine con Perdición a las órdenes de Billy Wilder.

Éxitos literarios y cinematográficos que, a pesar de las reticencias de sus creadores, se convirtieron en historia del cine.