Vamos a contarles un cuento, uno con muchos diamantes. Sí, diamantes. No se debe confundir con brillantes. "No quisiera ofenderle, pero la señorita opina que los brillantes son de mal gusto [...] Los encuentro divinos para personas mayores pero no creo que sean lo más adecuado para mí, ¿comprende?". ¿Les suena esta conversación?
Exacto, es un fragmento de 'Desayuno con diamantes'. Esta película brilló con luz propia en la carrera de Audrey Hepburn. Es muy raro pasar por la Quinta Avenida de Nueva York y no acabar haciéndose una foto en Tifanny's sin que te entren ganas de tomar un café y un bollo. Pero la historia pudo ser diferente. En la novela de Truman Capote, la protagonista era una señorita de compañía.
El propio Capote quería a Marilyn Monroe para el papel protagonista. Pero al final, olvidando por completo su profesión, la que acabó en el alféizar de la ventana fue Audrey. Al son de 'Moon river', Capote no volvió a acordarse de Marilyn, pero los productores de la Paramount no querían esa canción en la película.
Textualmente, uno de ellos llegó a decir "hay que eliminar esa estúpida canción". Con un "por encima de mi cadáver", la Hepburn cerró el debate. Y el tiempo le dio la razón. El tema, compuesto por Henry Mancini, le valió el único Oscar que se llevó la cinta de Blake Edwards. Audrey Hepburn también lo pasó mal con su gato preferido.
Era una amante de los animales y abandonarle conscientemente, aunque fuese en la ficción, le dejó muy tocada. Menos mal que tienen siete vidas. Otro que parecía tenerlas en la película era el personaje de Mickey Rooney, porque siempre estaba en todas partes.
Hoy hacer esto sería algo impensable, pero en los 60 disfrazar a un actor caucásico para hacer de chino no escandalizaba a nadie. 56 años después, 'Desayuno con diamantes' es todo un símbolo, y todo lo relacionado con la película es objeto de deseo. El último de ellos, la copia del guión que poseía Audrey Hepburn, se acaba de vender por 720.000 euros. Hay diamantes más baratos, pero, ni de lejos, tan brillantes como este cuento.
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Las causas Bien por alguna tragedia o por elementos naturales, e incluso por la contaminación, muchos monumentos necesitan pasar por restauración para recuperar el brillo perdido.