Virginia acogió una mezcla de feria del condado, con sus bandas de música "country", sombreros de cowboy y frituras y, por primera vez en la historia de este país, varios encierros en un circuito en el que normalmente se escenifican tradiciones sureñas, como carreras de velocidad o “Monster Trucks”.

Unos quinientos participantes por cada una de las ocho carreras (4.000 en total) saltaron a un circuito de albero en línea recta de 500 metros para experimentar la emoción de correr delante de los toros, en este caso no morlacos bravos, sino toros de rodeo. Para algunos la experiencia de correr entre doce toros de rodeo de más de 400 kilos no fue todo lo arriesgada, al límite y larga que esperaban -menos de un minuto de encierro-, pero para otros muchos fue una de las más emocionantes de sus vidas y merecedora de los entre 50 y 75 dólares que pagaron.

Los participantes debieron firmar un documento que eximía de responsabilidades a la organización por algo que avisaban entrañaba alto riesgo de resultar herido.Además, no todos estaban a favor de este evento y una decena de activistas pro derechos de los animales, como Will Lowrey, protestaron por una actividad lúdica que expone a los toros a daños y que, en su opinión, podría no ser legal en este país.

Para acabar la fiesta, unas 5.000 personas se enzarzaron en una batalla con tomates inspirada en la Tomatina de Buñol y que acabó como en Valencia con los participantes empapados en zumo, una eventualidad para la que los organizadores habían preparado duchas.

Al final del día, los organizadores se felicitaron por la buena acogida de un evento que quería probar cómo eran recibidas en territorio estadounidense estas tradiciones españolas. Con un balance de unos pocos contusionados y en un ambiente familiar, Estados Unidos parece haber acogido con risas una versión muy propia de dos de los acontecimientos que más atención y sorpresa suscitan en el exterior.