Érase una vez un 23 de abril, o muchos 23 de abril, un día en el que el libro se convierte en protagonista. ¡Cuántos cuentos habremos leído con ese arranque! Cada 23 de abril se celebra el Día del Libro, una jornada para la que, aunque se pueda disfrutar en prácticamente cualquier parte del mundo, España fue pionera: mientras no se convirtió en 'festividad' internacional hasta 1995, el primer Día del Libro tuvo lugar en España en 1926. Eso sí, a iniciativa de la Cámara Oficial del Libro de Barcelona, donde este día tiene aún más fuerza que en el resto del país.
No es el Día del Libro un día marcado en el calendario laboral, pero para los millones de catalanes (y también para los aragoneses) tampoco es un día más. Es el día de la cultura, el día del amor (por la cultura y por los demás) y, además, el día del patrón de la comunidad autónoma. En el santoral católico se recuerda al soldado mártir Jorge, ejecutado en Nicomedia por su fe cristiana, pero también protagonista de la leyenda de la victoria sobre el dragón y, para muchos, probable origen de los cuentos de hadas sobre dragones y princesas.
Es tal la importancia de Sant Jordi que el Día del Libro se convierte cada año en una de las principales atracciones culturales de la ciudad de Barcelona, donde se desarrolla una fiesta que mezcla literatura y romanticismo. Porque sí, además, para los catalanes este Día del Libro o día de Sant Jordi es, también, su día de los enamorados. Históricamente las parejas se hacen regalos en este día; antes, libros para los hombres y rosas para las mujeres; gracias a la deconstrucción social, regalar un libro y una rosa ya no depende de género, ni siquiera de relaciones románticas: se regalan libros y rosas a quien se ama, sea pareja, sea hermano, sea amigo, amiga o amigue.
Que el Día del Libro y Sant Jordi se celebren el 23 de abril tiene su explicación, aunque alguna más realista que otra. El Día del Libro se decidió fijar en esta fecha por la (supuesta) coincidencia en el día de la muerte de dos autores clásicos, William Shakespeare y Miguel de Cervantes, aunque el escritor español murió el 22 de abril y fue enterrado al día siguiente, mientras que el escritor inglés falleció el 23 de abril del calendario juliano, que equivale al 3 de mayo del calendario gregoriano. Sant Jordi, por su parte, se celebra siguiendo la fecha en la que, según los escritos bíblicos, fue ejecutado aquel soldado llamado Jorge que se venera a día de hoy como mártir.
La leyenda de Sant Jordi, el dragón y la rosa
De los escritos bíblicos a la histórica leyenda del dragón, la historia de Sant Jordi (o San Jorge) tiene mucho de fantasía; tanta, que incluso se cree que fue esta historia el origen de muchos de los cuentos infantiles que hablan de princesas y dragones. Cuenta la leyenda, pues, que había un dragón que atacaba al reino, algunos dicen que en tierras aragonesas, otros que en la localidad tarraconense de Montblanch. En lo que todos parecen coincidir es en que la presencia de esta bestia amenazaba con acabar con el sustento de los allí habitantes, por lo que decidieron buscar un modo de mantener al dragón apartado.
Lo primero que hicieron fue entregarle ovejas y corderos, pero cuando éstos empezaron a escasear, siguieron con bueyes. Y después con más animales... hasta que no hubo más remedio que enviar personas. Eso sí, las familias recibían a cambio todo tipo de riquezas en compensación. La persona que era enviada ante el dragón era escogida por sorteo: se colocaban los nombres de todos los habitantes, incluidos los del rey y la princesa, y cada día una mano inocente era enviada ante la bestia.
En este punto la leyenda se cubre de cierta nebulosa y persisten a día de hoy varias versiones: una, que el pueblo se cansó de que nunca saliera ningún miembro de la familia real entre los elegidos para saciar el hambre del dragón y acabó eligiendo a dedo a la princesa; la otra, que el nombre de la princesa salió por azar. En cualquier caso, llegó el día en el que la princesa sería enviada para convertirse en alimento del dragón.
Y fue en este punto cuando San Jorge (o Sant Jordi) se hizo leyenda: estando la princesa a punto de entrar en la cueva del dragón, apareció el caballero, que clavó su espada en el pecho del dragón. De la sangre del monstruo, ya sin vida, surgió un rosal rojo, del que el caballero Sant Jordi escogió una flor para entregar a la princesa.
De aquí surgió aquello de regalar una rosa a las mujeres por Sant Jordi, aunque de un tiempo a esta parte son muchos los barceloneses que han querido darle algo de vuelta a esta historia para recordar que no, que las mujeres no necesitan a ningún caballero para ser salvadas, y que ellas pueden salvarse a sí mismas y matar a sus dragones.
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