Música en Bilbao
Del barro al éxtasis: el Bilbao BBK Live supera la lluvia con actuaciones memorables de Kylie Minogue, Bad Gyal y Nathy Peluso
Lluvia, euforia y música para el recuerdo: más de 115.000 personas disfrutaron de tres jornadas intensas del Bilbao BBK Live en Kobetamendi. Kylie Minogue, Pulp, Nathy Peluso y Bad Gyal brillaron en una edición marcada por la diversidad.

Ni la lluvia, ni las cancelaciones de última hora pudieron frenar la fuerza de una de las ediciones más memorables del Bilbao BBK Live. Más de 115.000 personas llegadas de más de 50 países se dieron cita en Kobetamendi para celebrar, durante tres días, mucho más que un festival: una experiencia colectiva, multicolor y transversal en la que la música, la naturaleza y la comunidad se entrelazaron una vez más con naturalidad y sentido de pertenencia.
El festival, que este año ha visto cómo la media de edad del público descendía de 34 a 32 años, se consolida como un espacio donde conviven generaciones sin fricción, donde lo clásico y lo emergente dialogan sin miedo, y donde cada edición parece reinventar el significado mismo de “festival”. En esta decimonovena edición, Kobetamendi volvió a ser ese lugar mítico en el que el tiempo se suspende y la emoción se multiplica.
La jornada del viernes fue, sin duda, la más complicada. Durante horas, la lluvia se convirtió en protagonista inesperada y condicionó el desarrollo del día, provocando varias cancelaciones importantes, entre ellas la muy esperada actuación de Amaia. El barro, los chubascos y la incertidumbre marcaron buena parte del programa. Sin embargo, lejos de apagarse, el espíritu del BBK Live demostró una vez más su capacidad de adaptación: el público resistió, los técnicos improvisaron y la música, aunque en menor dosis, nunca dejó de sonar. Fue una noche desafiante, pero también una declaración de principios: aquí, la pasión por la música no entiende de pronósticos.
A pesar del cielo encapotado y la amenaza constante de tormenta, Bad Gyal no se dejó intimidar y convirtió su actuación en un grito de empoderamiento y fiesta urbana. Con su inconfundible mezcla de dancehall, reguetón y actitud sin filtros, la artista catalana hizo que el público se olvidara momentáneamente de la lluvia, entre coreos incendiarias, beats calientes y letras afiladas. Fue una de las actuaciones más esperadas por el público joven y no defraudó: icono generacional, fenómeno global y ejemplo de cómo lo urbano también puede ser bandera festivalera.
Uno de los momentos más emotivos de esta edición sucedió un día antes, el jueves, con el regreso de Pulp, leyendas del britpop que ofrecieron un concierto cargado de nostalgia y elegancia. Jarvis Cocker, con su magnetismo habitual, comandó un repertorio que recorrió lo mejor de su discografía, desde Common People hasta Disco 2000, en un ejercicio de clase escénica y conexión atemporal. La multitud coreó cada palabra como si fuera la primera vez, y por un instante, Kobetamendi se transformó en un club de Sheffield abierto al cielo vasco. Fue un reencuentro generacional que mezcló lágrimas, euforia y gratitud.
El sábado, en contraste, brilló con una intensidad pocas veces vista. El día de mayor afluencia del festival regaló momentos que ya son parte del imaginario colectivo de Kobetamendi. El más esperado de todos fue, sin duda, la aparición por primera vez en el festival de Kylie Minogue. Su actuación fue todo lo que se había soñado durante años: deslumbrante, cálida, llena de clásicos irresistibles y con una conexión total con un público entregado a su carisma y energía. Kylie no solo conquistó el escenario principal, sino que dejó grabado su nombre en la historia del festival.
Ese mismo día, Damiano David —ya sin Måneskin, pero con la misma fuerza escénica— presentó su nueva etapa artística con un directo íntimo y sincero que sorprendió a muchos. Carolina Durante, pese a los problemas de salud de su vocalista, mantuvo intacto su espíritu punk con un concierto visceral y sin concesiones. Sparks e Hidrogenesse ofrecieron una deliciosa conversación entre generaciones del pop performativo: los primeros, leyendas de la excentricidad sonora; los segundos, abanderados de la ironía y la libertad creativa. Nathy Peluso, por su parte, desplegó todo su universo teatral con “GRASA”, reafirmando que su lugar en la primera línea del panorama musical latino no es fruto del azar, sino del talento y la entrega total.
La diversidad sonora fue uno de los sellos más celebrados de esta edición. Heartworms, Alice Phoebe Lou, Makaya McCraven y L’Impératrice sumaron capas muy distintas a una jornada que parecía abrazar todos los géneros y estados de ánimo posibles, desde la melancolía a la euforia, del jazz al funk francés más bailable.
El BBK Live no solo se vive en los escenarios. También se siente en sus espacios simbólicos, como el consolidado Espacio BALORE, que este año volvió a ser punto de encuentro para la reflexión colectiva sobre igualdad, accesibilidad, diversidad, medioambiente y alianzas sociales. Y se percibe en los gestos sostenibles que definen su producción: integración paisajística, materiales reutilizados, estructuras adaptadas al entorno y soluciones energéticas eficientes convierten a Kobetamendi no solo en un lugar para la música, sino también para el compromiso con el futuro.
Lo más valioso, quizás, fue una vez más el propio público. Desde quienes han vivido todas las ediciones hasta quienes subían por primera vez, desde familias hasta turistas curiosos, la convivencia fue ejemplar. En un tiempo donde sobran divisiones, el BBK Live volvió a demostrar que la música puede —y debe— ser un espacio de encuentro, respeto y alegría compartida.
Con la mirada ya puesta en 2026, cuando se celebrará el vigésimo aniversario del festival, BBK Live se despide hasta el próximo 9, 10 y 11 de julio. Lo hace con gratitud y con la certeza de que lo vivido este año en Kobetamendi no se olvidará fácilmente. Porque hay festivales y hay experiencias. Y luego está el BBK Live.