En el año 2015 surgió una de las hipótesis más atrevidas de los últimos tiempos. El estudio de unos pequeños cuerpos helados que orbitan en las afueras de nuestro sistema solar dejaba entrever que podía existir un inmenso (e hipotético) planeta sin descubrir. Era —con el perdón de Plutón— el Planeta Nueve. La propia NASA le rendía unas espectaculares recreaciones virtuales, mientras que uno de sus científicos lo definía como "la SuperTierra que vino a comer".

Según los estudios del momento, este planeta podría tener 10 veces la masa de la Tierra y orbitar unas 20 veces más lejos del sol que el propio Neptuno. No obstante, a esta hipótesis se le empezaron a sumar otras tantas. Investigadores de la Universidad de Cambridge propusieron que, en lugar de un planeta, lo que había era un disco de escombros de tamaño ingente. Por otro lado, desde las Universidades de Durham e Illinois sugerían que este fenómeno en realidad podría ser un agujero negro.

Esta tercera hipótesis ha ganado fuerza últimamente, hasta el punto de que se ha desarrollado un nuevo método que, con la ayuda del futuro telescopio LSST (Legacy Survey of Space and Time) —en palabras de sus creadores, “el telescopio que producirá las imágenes más profundas y amplias del universo” — podría explicar de una vez por todas si ese Planeta 9 es, en realidad, un agujero negro.

2022: fecha en la que podría saberse todo

La investigación que pretende saber si el Planeta 9 es en realidad un agujero negro está siendo conducida por la Universidad de Harvard y la Iniciativa del Agujero Negro (BHI, por sus siglas en inglés). En un comunicado, ambas entidades aseguran que, “mediante el estudio de los destellos que resultan de la perturbación de cometas interceptados”, podría saberse la naturaleza del objeto que se está investigando. Concretamente, apuntan a que esto será posible dentro de dos años, gracias a la instalación del telescopio LSST en Chile.

Los líderes del proyecto, el doctor Avi Loeb (director del Instituto de Astronomía de Harvard) y Amir Siraj (estudiante) dan algunas pinceladas de por qué su enfoque podría ser tan efectivo. Según Siraj: “Este método puede detectar o descartar agujeros negros atrapados en la masa de planetas en el borde de la nube de Oort”, —esta nube está ubicada en la zona en la que se cree que podría estar el Planeta 9—, y añade: “Podría ser capaz de establecer nuevos límites en la fracción de materia oscura contenida en los agujeros negros primordiales”.

No obstante, los autores del estudio aseguran que la teoría del planeta desconocido “es una explicación convincente para la agrupación observada más allá de la órbita de Neptuno”, y ponen el foco en que sería un descubrimiento histórico: “Será la detección de un nuevo planeta en dos siglos, sin contar a Plutón”.

¿Qué dio origen a la teoría del Planeta 9?

En la última década, los astrónomos han dedicado grandes esfuerzos a saber qué pasa en los confines de nuestro sistema solar. Con el paso del tiempo, hemos ratificado que Neptuno no es la última parada de este extenso recorrido de 8 planetas. Más allá está el cinturón de Kuiper, un anillo de cuerpos helados que engloba, entre sus millones de objetos, a Plutón, nuestro polémico planeta enano.

Los cuerpos helados que componen el cinturón de Kuiper se conocen como Objetos Trans-Neptunianos (TNO). Estos objetos se ven constantemente influenciados por las órbitas de los planetas que componen el sistema solar. Y, desde 2003, se han descubierto unos 30 TNO que se comportan de manera inusual.

Recreación de un Objeto Trans-Neptuniano hecha por un artista de la NASA

Cabe recordar que algunos TNO están tan al extremo de nuestro sistema solar que son inalcanzables para cualquier telescopio. Están mucho más allá de Neptuno y, los que se estudiaron en 2015 en particular, seguían una misma trayectoria que denotaba que algo raro estaba ocurriendo.

“Cuando miramos las afueras del sistema solar, nos dimos cuenta de que la mayoría de estos objetos lejanos seguían direcciones muy irregulares. Pero cuando observamos los que están realmente lejos, vimos que todos orbitaban en la misma dirección. Solo un planeta enorme podría provocar algo así”, explicaba Mike Brown, profesor del Instituto de Tecnología de California, en un vídeo de la entidad publicado en 2016.

Este miembro del centro de investigación confesaba que no terminaba de creérselo: “Tenía que ser una coincidencia, tenía que haber algún fallo, porque es una locura. Intenté ser muy escéptico, hasta que no pude evitar pensar: ‘Y si es verdad’?”

Ante las múltiples teorías que han surgido a raíz de este hallazgo, todavía es pronto para decantarse por una, puesto que ni los propios científicos que conducen cada uno de estos estudios se atreven a asegurar que están en lo cierto. La NASA también es cauta, refiriéndose siempre al Planeta 9 como “hipotético”. Pero gracias a investigaciones paralelas como la que está desarrollando Harvard junto con la BHI, podemos asegurar que estamos un poco más cerca de descubrir si, efectivamente, estamos ante un nuevo planeta.