La pandemia fue un escenario potenciador de adicción al videojuego en muchos jóvenes de nuestro país. Es el caso de Sergio, que entre los 12 y los 13 años encontró en ellos su propio refugio: "Era mi momento de paz, se me olvidaban los problemas. Me ponía los cascos y hacía lo que me gustaba, que era jugar... aunque sabía que no estaba bien". Sergio nos cuenta que consideraba que su vida era aburrida "y prefería ser un joven de 22 años que, durante horas, se dedicaba a matar zombis".

Sergio llegaba a estar más de 6 horas jugando a todo tipo de juegos en red. Cuando acabó el confinamiento y le tocó volver al instituto, se reencontró con sus compañeros de clase "y me dio un ataque de ansiedad muy raro, que me hizo pensar que algo no andaba bien".

Sus padres, como primera medida, le quitaron el ordenador y llegó a hackear el control parental del móvil para descargarse más videojuegos. La situación estaba descontrolada y lo llevaron a uno de los dos centros Desconect@ que hay en España (uno en Madrid y otro en Barcelona). En su caso, al de Madrid, donde están especializados en este tipo de casos. Dan clases de secundaria a este tipo de chavales y la acompañan de terapia por las tardes.

A este lugar también acude Francisco, que durante el confinamiento también estuvo bastante enganchado a los videojuegos. Fingía problemas de conexión para seguir las clases online de su instituto pero, realmente, estaba jugando a un videojuego online con otros amigos. "Jugábamos durante todo el día, hasta que nos acostábamos. Nos despertábamos y seguíamos jugando", recuerda este joven que llegó a repetir 1º de ESO por esta adicción.

Sus padres se lo recriminaban pero estaba tan seducido por el mundo del videojuego que se aisló en sí mismo y estuvo sin hablar con ellos 6 meses. También se acentuó su carácter competitivo, pero desde un plano muy feo. "Me frustraba cuando en los videojuegos no conseguía mis objetivos. Me enfadaba muchísimo y golpeaba cosas. Llegué a romper una mesa y un ordenador", señala.

Laura también acude al centro Desconect@ de Madrid pero su adicción, desde los 12 años, a la redes sociales. Llegó a exponerse, con fotos subidas de tono, en algunas de estas redes, donde recibía mensajes de hombres de más de 30 y 40 años. "Me expuse con hombres mayores de edad que solo buscaban fines sexuales. Llegué a quedar con alguno y me puse en peligro", indica.

Además, en este tipo de redes salían otras jóvenes con cuerpos exuberantes con los que se comparaba y lo pasaba mal. También recibía críticas por ciertas fotos o vídeos que colgaba. "Lo pasaba tan mal que eso me llevaba a la autolesión, a llorar mucho y a deprimirme", manifiesta.

Marc Masip, director de los centros Desconect@, nos explica que los tratamientos contra la adicción al videojuego suelen tener un porcentaje muy alto de éxito. "Por supuesto, requieren terapias que pueden durar uno o dos años", dice. Es más complicado, según Masip, tratar la adicción a las redes sociales.

"En esos casos tenemos que ver de dónde viene ese malestar que siente el adolescente y ver cómo afrontarlo", añade. Sin olvidar, amplía Masip, la formación también a los padres "para que no entreguen dispositivos a sus hijos antes de que tengan la madurez suficiente para manejarlos".