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¿Es mejor un coche pequeño de gasolina, híbrido o eléctrico?
La cosa ya no va solo de mirar el precio y echar cuentas rápidas. Ahora, entre motores de gasolina, híbridos y eléctricos, entran en juego más factores que nunca: desde la autonomía hasta las ayudas públicas, pasando por el uso que vayas a darle al coche o lo que te cueste moverlo cada 100 kilómetros. Sí, los eléctricos están en todas las conversaciones, pero eso no quiere decir que siempre tengan sentido.

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La cosa ya no va solo de mirar el precio y echar cuentas rápidas. Ahora, entre motores de gasolina, híbridos y eléctricos, entran en juego más factores que nunca: desde la autonomía hasta las ayudas públicas, pasando por el uso que vayas a darle al coche o lo que te cueste moverlo cada 100 kilómetros. Sí, los eléctricos están en todas las conversaciones, pero eso no quiere decir que siempre tengan sentido.
Aunque en España se ha dado un buen empujón hacia los coches sin emisiones, la realidad es que no todo el mundo tiene un cargador cerca ni el dinero que piden muchos eléctricos nuevos. Eso hace que para muchos, la opción más verde sobre el papel no sea la más práctica en el día a día.
Así que si estás pensando en comprarte un coche pequeño y te marean tantas opciones, vamos a repasar lo esencial. Porque no hay una única respuesta buena para todos, pero sí hay errores que conviene evitar si no quieres arrepentirte a los pocos meses.
El objetivo es que no te pierdas entre datos, tecnicismos ni promesas de marketing. Vamos con lo básico: lo que realmente importa al elegir un coche de este tipo en este 2025.
¿Qué cuesta realmente tener uno?
A día de hoy, un coche eléctrico como el Dacia Spring puede salirte por poco más de 10.000 euros si aprovechas bien el Plan MOVES III, que sigue vigente hasta diciembre. Sin ayudas, el precio sube hasta los 17.000 euros. Un híbrido como el MG3 Hybrid+ parte de unos 19.440 euros, mientras que un gasolina básico como el Dacia Sandero ronda los 13.500. Pero ojo, porque lo importante no es sólo cuánto pagas al principio.
Si lo vas a financiar, ten en cuenta que muchas entidades aplican intereses cercanos al 9%, e incluso penalizaciones si decides amortizar el préstamo antes de tiempo. Eso puede hacer que acabes pagando miles de euros más en total, sobre todo en los eléctricos, que suelen requerir más financiación inicial.
Por otro lado, los costes operativos también cuentan. Si haces unos 15.000 km al año, un eléctrico te costará poco más de 3.000 euros en cinco años en electricidad, mientras que un gasolina te puede costar el doble en combustible. El híbrido, como era de esperar, queda en un punto intermedio.

¿Cuál contamina más?
En cifras puras, el coche eléctrico es el que menos CO₂ emite. Usando el mix eléctrico español, que es bastante limpio, un eléctrico pequeño emite unos 1,65 kg de CO₂ por cada 100 km. Un híbrido sube a unos 11,25 kg y un gasolina ronda los 13,25 kg. A esto habría que sumarle el impacto de fabricación, especialmente en los eléctricos por las baterías, pero incluso así, un eléctrico compensa su huella en apenas tres años de uso.
Además, el eléctrico es el único que puede garantizarte acceso a zonas de bajas emisiones en muchas ciudades. En Madrid y Barcelona, por ejemplo, un coche sin etiqueta ya tiene restricciones importantes, y estas normas seguirán endureciéndose en los próximos años.
El híbrido cumple bien en este apartado, aunque no es tan limpio como el eléctrico, y el gasolina básico es, simplemente, el que más contamina. Si el medio ambiente es un factor clave para ti, ya sabes.
¿Y si hablamos de fiabilidad?
Aquí es donde se rompen algunos mitos. Según los últimos informes, los eléctricos tienen un 42% más de problemas que los de gasolina, especialmente por averías electrónicas. No hablamos de motor o batería (que rara vez fallan), sino de pantallas, gestión de carga, sensores, etc., y esas reparaciones pueden ser caras.
Los híbridos tienen una ventaja aquí porque están más probados, sus sistemas suelen ser menos complejos que los de un eléctrico puro, y su fiabilidad se acerca mucho a la de los coches tradicionales. En muchos casos, es una opción muy equilibrada si quieres reducir emisiones pero no quieres jugártela con la electrónica.
Eso sí, el mantenimiento general de un eléctrico es más barato. Al no tener cambios de aceite, correas o embrague, puedes ahorrarte hasta un 50% en revisiones, pero si toca cambiar batería o algún componente eléctrico fuera de garantía, la factura puede dispararse.
¿Dónde lo voy a usar?
La autonomía sigue siendo uno de los puntos flacos del coche eléctrico. Un modelo como el Dacia Spring ofrece unos 230 km reales, que son más que suficientes para moverse por ciudad, pero muy limitados si viajas con frecuencia. Ahí, el híbrido vuelve a ser el punto medio con más de 500 km sin necesidad de recarga. El gasolina, por supuesto, sigue siendo el rey de la carretera en cuanto a facilidad para repostar.
También importa si tienes garaje o punto de carga en casa. En España, sólo el 45% de las viviendas cuentan con plaza de aparcamiento propia, y eso limita mucho la practicidad de un eléctrico. Sin un enchufe cerca, dependerás de puntos públicos y eso no siempre es cómodo, ni barato.
Para el uso urbano puro, sin duda el eléctrico es un gran candidato, pero si tu día a día incluye desplazamientos largos o vives en zonas donde la infraestructura de recarga no está muy desarrollada, aún es pronto para dar el salto.
¿Entonces, con cuál me quedo?
Si haces muchos trayectos cortos, tienes acceso a un enchufe en casa y quieres ahorrar en combustible y mantenimiento, un eléctrico como el Dacia Spring es una gran elección. Eso sí, revisa bien la letra pequeña de la financiación y ten claro que alguna avería electrónica puede aparecer.
Si combinas ciudad y carretera, y valoras la fiabilidad sin dejar de reducir emisiones, el híbrido es seguramente el más equilibrado. Es más caro de entrada, sí, pero puede salirte a cuenta a medio plazo. Además, da menos problemas y mantiene buena autonomía.
El gasolina sigue siendo la opción más asequible si tienes un presupuesto muy ajustado o haces muchos kilómetros en zonas sin restricciones. Pero, a largo plazo, será más caro y contaminante, y puede darte más quebraderos de cabeza si las ciudades siguen cerrándose al tráfico tradicional.
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