"Votar en blanco es regalar escaños a los partidos más grandes". Esta es la frase que repiten muchos cuando se celebran unas elecciones generales (y también en las municipales y autonómicas) y alguien se plantea votar en blanco. Es cierto modo, es así. Pero algo más desarrollado. Para entenderlo hay que conocer el funcionamiento de la Ley D'Hondt, el sistema electoral de cálculo proporcional que utiliza España para el reparto de los escaños, en función de los votos obtenidos por circunscripción.

¿Y qué es una circunscripción? Es la división del territorio a efectos electorales. En las elecciones a las Cortes Generales, como las que se celebran este domingo, 23 de julio, cada una de las provincias de España se convierten en circunscripciones electorales. También las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla. En las elecciones al Senado se consideran circunscripciones Mallorca, Menorca, Ibiza-Formentera, Gran Canaria, Fuerteventura, Lanzarote, Tenerife, Hierro, Gomera y La Palma.

Lo que marca la Ley D'Hondt es que hay que dividir el número total de votos que ha recibido un partido por 1, 2, 3, 4 y 5, es decir, los cargos electos que se disputan en cada circunscripción (una cifra que depende del número de habitantes y puede variar de 5 a 1). Para entender esto de forma visual habría que imaginarse una tabla donde cada partido cuenta con 5 columnas.

En cada una de ellas se divide sus votos entre 1, 2, 3, 4 y 5. De esta forma, los diputados se van repartiendo entre las cifras más altas de la tabla. Esto posibilita que el partido con más votos consiga varios diputados. Eso sí, para formar parte de este cálculo hay que lograr un mínimo del 3% del total de los votos (en el caso de las generales, en las municipales es del 5%). ¿Y cómo se calcula este número? Haciendo el 3% de la suma de los votos válidos (las papeletas que incorporan una formación o candidatos y las que votan en blanco).

Entonces... ¿qué implica votar en blanco?

Los votos en blanco son aquellos sobres vacíos, sin papeleta. En el caso del Senado, también cuentan como voto en blanco los sobres con papeleta que no marcan ningún candidato. Esta manera de ejercer el derecho a voto se entiende como una forma de expresar el descontento hacia las candidaturas, pero mostrando un apoyo a la democracia. En las elecciones generales de noviembre de 2019 se decantaron por el voto en blanco 217.227 electores, casi el 1%. Según el barómetro del CIS de mayo de 2023, un 3,4% de los encuestados aseguraron que elegirían el voto en blanco este 23J, un porcentaje importante.

La realidad es que los votos en blanco, además de formar parte del dato de participación, son considerados válidos. Por esto, precisamente, afectan al resultado de las elecciones. ¿De qué forma? A pesar de que esto votos no van directamente a ninguna de las candidaturas que se presentan a las elecciones, hacen que los partidos necesiten más votos para conseguir algún escaño. Esto perjudica a las formaciones más pequeñas porque cuantos más votos hay en las urnas, más difícil puede ser para un partido pequeño conseguir el 3% de esos votos. Este es el motivo por el que se dice que el voto en blanco "regala escaños" a los partidos más grandes, o que "perjudica" a los partidos más pequeños.

¿A qué partidos les cuesta más llegar al Congreso?

Cabe señalar, llegados a este punto, un factor más: el reparto de escaños entre las diferentes provincias. El reparto de diputados está relacionada con el número de habitantes de una provincia. A más habitantes, mayor número de escaños dependen de esa provincia. En las elecciones generales se votan 350 diputados para 52 circunscripciones (las provincias españolas), con un mínimo de dos diputados por provincia (excepto en Ceuta y Melilla que tienen uno). Con este reparto, en Soria (la provincia menos poblada) votan por la elección de dos diputados mientras que en Madrid (la más poblada) lo hacen por 37.

Si bien es cierto que Madrid elige un mayor número de escaños, el número de votos que necesita un partido para poder entrar en el reparto es mayor; a mayor número de habitantes, mayor número de votos válidos y mayor dificultad a la hora de pasar la barrera del 3% para entrar en el reparto. Es decir, podría darse el caso, por ejemplo, de que en Madrid se necesitasen 100.595 votos y en Soria sólo 26.105.

Esto implica que en poblaciones más pequeñas, como Soria, el valor de un voto sea mucho mayor. Pero también favorece a las formaciones nacionalistas, pues los partidos que estén repartidos en varias circunscripciones podrían obtener menos escaños que un partido con mucho apoyo en una sola provincia.