He visto a Maribel una vez en mi vida. Fui a su casa en Cádiz para entrevistar a su hijo Carlos, que tiene ELA y no puede moverse ni hablar, pero se comunica y trabaja gracias a una máquina que activa con los ojos. Carlos es un gran amigo de Fernando Torres y una persona excepcional. Un gran periodista y un erudito del fútbol. Tiene en el salón un cuadro de Maradona idéntico a uno que tengo yo. Fue genial conocerle.

Maribel y Andrés son sus padres. Un matrimonio joven, guapos, estupendos. Con pinta de prejubilados de los que uno envidia. Viven en una casa bonita en El Puerto. Me parecieron de esa gente encantadora que hay por el mundo. De esas personas a las que sabes que les está alegrando verte. Tenían una pinta magnífica, a pesar de que ya llevaban unos pocos años allí, sacrificando la que debería ser una jubilación despreocupada y feliz, viendo cómo a sus hijos les va bien y disfrutando de sus nietos, en cuidar de Carlos. También saqué la conclusión de que la palabra "sacrificar" no cabía para ellos. Admiro mucho a los padres que se sobreponen a los problemas de los hijos. No me parece que haya una fortaleza mayor. Y aunque Carlos tenía varios cuidadores que cubrían sus necesidades las 24 horas, allí estaban Andrés y Maribel, fuertes, con mucha vida, bellos de verdad.

El pasado mes de septiembre le detectaron un cáncer a Andrés y se murió en febrero. Se vinieron a Madrid a tratarlo, dejando a Carlos a buen recaudo con sus cuidadores en El Puerto. Cuando Maribel se iba a volver, llegó el confinamiento. Y se quedó sola en su casa de Madrid, sin ver a nadie, rumiando la muerte de su marido y rebozando sus heridas con la preocupación de no poder estar con Carlos. Pienso en ella y la sigo imaginando guapa y con fuerza, pero me alucina que alguien puede soportar tanto dolor y salir adelante.

Maribel Matallanas me sigue y me lee. Lo sé, porque esas cosas se saben cuando hablas con alguien. Me enteré de la muerte de su marido, le mandé un mensaje, de verdad que lo sufrí porque me parece que soporta una carga tremenda. Decía que me lee porque me mandó un mensaje para darme ánimos (¡ella a mí!) porque operaban a mi madre. Después de la intervención me llegó otro, en el que me enviaba su fuerza, y me decía: "Perdóname, que quizá sea inoportuna, pero pienso mucho en vosotros". Tres días después, otro, en el que me pregunta por mi madre y se interesa por cómo estoy de ánimos. Yo. Dice que cómo estoy de ánimos yo.

Estos días hemos hablado mucho del concepto de heroísmo. De qué es o no es ser un héroe. No se me ocurre mejor definición que Maribel Matallanas. Toda ella. Su vida, su entrega, su fuerza. Su tremenda bondad. Maribel, te lo quiero decir públicamente, que por Whatsapp, no sé por qué, me da más vergüenza: tus mensajes son de las cosas que más me emocionan en estos días difíciles. Saber que tienes un hueco para pensar en nosotros, que apenas nos conocemos, me hace envidiar mucho a tus seres queridos por tenerte. Eres de las personas que marcan la diferencia. Discretamente, sin postureos, sin pedir protagonismo ni necesitarlo. Eres todo lo que admiro, Maribel.