Cuando a Albert Einstein le preguntaron qué libro se llevaría a una isla desierta, éste contesto: "Cualquiera, siempre y cuando sea de B. Traven".

Para quien no lo sepa aún, B. Traven fue uno de esos autores herméticos, tan recelosos de su vida privada que huían de las luces y de las linternas de la vanidad. Al igual que Salinger o Pynchon, sabía que una novela no necesita explicaciones; se explica sola o no se explica.

De la vida de B. Traven poco o nada se sabe. La rumorología lo sitúa nacido en Alemania Oriental -a finales del siglo XIX- donde empezó a publicar sus cuentos incendiarios con los seudónimos de Maurhut o Marut. Comprometido políticamente con la izquierda más pura, publicó una montonera de artículos periodísticos en la revista "Der Zielgelbrenner" ("El Objetivo").

Hasta aquí todo es posible, pues su obra está cargada de conciencia crítica. "El tesoro de Sierra Madre" es un ejemplo desde el principio, cuando Traven identifica trabajo con beneficio para el Capital. Será gracias a esta obra, llevada al cine por John Huston, cuando sus novelas se empiecen a conocer y traducir a todos los idiomas.

Crítico con la opresión sufrida por las minorías étnicas, en especial con los indígenas mexicanos, Traven escribió siempre desde los más desfavorecidos, por eso resulta tan actual. Si hay una obra de las suyas que conecte con lo que estamos viviendo en lo referente a la inmigración, esa es la novela titulada "La nave de los muertos" (El Acantilado), escrita en primera persona, y donde su protagonista se las ve y se las desea para ser libre en una Europa de fronteras y cicatrices abiertas provocadas por la Gran Guerra. Los tratados de paz de 1919, que pusieron fin a la Primera Guerra Mundial, van a ser la continuación de la guerra por medio de una burocracia aplastante para todas aquellas personas sin papeles, es decir, sin dinero.

Su protagonista, un marinero norteamericano llamado Gerald Gales, será víctima de dicha burocracia puesta en marcha desde los estados europeos para discriminar a los inmigrantes que se mueven sin papel moneda. Después de una noche de juerga, llega tarde al puerto donde su buque ha partido. Con esto, Gerald se va a ver abandonado en Amberes sin dinero ni papeles que acrediten su nombre y ciudadanía. A partir de aquí, se topará con una absurda burocracia administrativa que no reconoce su identidad.

Escrito en clave satírica, Traven nos cuenta cómo Gerald es conducido de una comisaría a otra, así hasta que es deportado en un barco de desguace, el "Yorikee", un ataúd flotante donde se enrola como carbonero. El trabajo extenuante, las condiciones extremas a las que se ve sometido son tratadas con un humor negro que viene de la tradición cervantina.

El capitalismo y su fiebre nacionalista se ven reflejadas en esta gran obra que tiene su lectura actual, sobre todo cuando los más reaccionarios olvidan que lo que da sentido a nuestra historia ha sido -y es- el movimiento migratorio. Gente que va y viene, que sale y que entra, que confunde los límites de su patria con los límites de la humanidad.

Sin duda, el fascismo es una enfermedad que se cura leyendo, siempre y cuando sea a B. Traven.