Nunca la utopía estuvo tan cerca. Se dejó acariciar desde las calles cuando juntamos nuestras voces, todas en una, para denunciar a una clase política que no nos representaba.

Le dimos la vuelta al miedo y, como era de esperar, la policía nos recibió con bolas de goma. Pero no nos achicamos, nos fuimos haciendo fuertes en una primavera que brotó en Madrid y que conquistó el mundo. Algo iba a cambiar; lo que no sospechábamos es que todo cambiaría para seguir igual, o peor.

No sé dónde dejó escrito Marcuse que todo lo que arrojamos contra el capitalismo nos es devuelto en forma de mercancía que luego compramos con gusto. Algo así ha sucedido con lo que fue el 15M. Diez años después sólo quedan los escombros; cascotes que están a precio de saldo, a la espera de que alguien los recoja y con ellos construya de nuevo la utopía.

Vamos a hacer recuento, porque desde los tiempos de la temprana transición, no se había hablado tanto de política. Se recuperó el movimiento asambleario, se señaló al capitalismo como el origen del mal. La tendencia del mercado a fechitizarse nos hizo revolver la memoria y recuperar la lectura del viejo profeta Karl Marx. Junto a él, aparecieron Gramsci y Maquiavelo, también, por qué no, resurgieron los Situacionistas, en cuyo frente se situó un revolucionario Guy Debord para dar origen al Mayo del 68. Las consignas fueron distintas, claro, mientras el mayo francés se dejaba inspirar por la poesía y encontraba playas bajo los adoquines, por aquí teníamos la tradición de nuestro Siglo de Oro. Nada más certero que aquél: "No hay pan para tanto chorizo".

Sólo las personas dignas se indignan y el movimiento de indignados caló hondo en todas las ciudades de occidente. Denunciamos la miseria desde el corazón de la riqueza. Seis meses después, llegado el otoño, se desmanteló la Puerta del Sol, se recogió el Kilómetro Cero, lugar emblemático desde donde arrancó la revuelta pacífica.

Pero el espíritu del 15M siguió latiendo en las calles en forma de manifestaciones, rodeando el Congreso, debatiendo en las asambleas, denunciando nuestra posición en el mercado global. Lo demás ya es historia, historia lejana que hoy se puede visitar en las hemerotecas o en publicaciones actuales como la que aquí traemos.

Se titula '15M. El tiempo de las plazas' (Alianza) y está escrito por la profesora de la Universidad de Barcelona, Julia Ramírez- Blanco. Se trata de uno de esos libros cuya lectura lleva el sabor agridulce de un viejo álbum de fotos. Una década después, las cosas se han puesto tan difíciles para el pueblo como que el bipartidismo se ha visto reforzado. Sigue faltando pan para tanto chorizo, a lo que hay que sumar el resurgimiento de una ultraderecha que lleva arraigada en nuestra sociedad desde 1936, y que ha puesto en guerra a inmigrantes contra pensionistas.

Haría falta otro 15M que transforme la sociedad de una vez por todas, que borre las categorías del capitalismo y con ellas borre a los nadies, esas gentes que aguardan en las colas del hambre a que llegue su turno para llevarse el pan a la boca; los sin techo, los que no suman y cuando lo hacen es para formar parte de las estadísticas. Para ser contados como número de muertos.