Sin duda, la política económica del gobierno de Pedro Sánchez es una política de patrones neoliberales, pero, eso sí, con buen rollito; una política económica donde el Estado no interviene y el mercado se regula gracias a la mano invisible que todo lo permite.

Con esto, Sánchez se comporta como lacayo del Capital. Y quien no lo quiera ver de este modo, es que le faltan luces. Cómo no darse cuenta de que una inflación como la que estamos viviendo es todo un aprovechamiento del trabajador en beneficio del Capital. Porque la inflación que sufrimos supone seguir ganando lo mismo para comprar el doble de caro que antes, lo que viene a ser ganar menos por trabajar lo mismo o más que antes, me refiero a antes de la pandemia. "Vamos a salir mejores", era la consigna ¿Se acuerdan? La verdad es que hemos salido más pobres debido al disparate de precios en nuestras necesidades básicas. No sé si me explico, pero si el fundamento de la izquierda es la disidencia de los postulados de la economía clásica, entonces, podemos asegurar que Pedro Sánchez y su gobierno -junto a sus asociados- no son de izquierdas.

Lo que sorprende es que las únicas críticas que recibe Pedro Sánchez vienen de "la otra derecha", la que quiere gobernar y hacer lo mismo que él, pero con otra pandi. Se trata de críticas tan anémicas y de tanto petardeo que dan risa de la floja. Por si fuera poco, el otro día Feijóo echó en cara a Pedro Sánchez que su suegro vivía de las saunas donde se practica el llamado amor socrático. Y este discurso llegó a las redes sociales y a los bares, y entonces se destapó el tarro de las esencias, el popper de una información tan inflada como los precios. Así empezaron los cotilleos acerca de las mordidas de almohada y los soplidos de nuca de tal o cual ministro; de lo que se podía encontrar a ciertas horas en una de las saunas donde, incluso -según malas lenguas- presuntamente el mismísimo Sánchez oficiaba de chapero. Son unas críticas tan bajunas y poco consistentes que así nos va.

Y todo esto me lleva hasta una de las mejores novelas norteamericanas de todos los tiempos. La escribió Stephen King en los ochenta y se tituló It (DeBolsillo); una historia muy bestia de terror y tripas, miembros cercenados y un payaso asesino que sonríe con los dientes cubiertos de sangre. "¿Quieres que te la chupe?- pregunta a los niños- Te la chupo gratis". En uno de sus capítulos, al principio de la novela, nos cuenta el asesinato de un joven. Con ello, Stephen King nos conduce hasta un bar de hombres que se llama "Falcon", ¿casualidades? No sé, pero el Falcon es un lugar pintado en negro y oro, con una decoración de pájaros embalsamados.

Del Falcon se contaban muchas anécdotas y las contaban aquellos hombres que nunca habían entrado. Una de ellas hacía referencia a la trastienda, donde se podía pasar un rato agradable si te van las emociones fuertes; allí había "un tipo fornido, con uniforme nazi" que engrasaba su puño para aplicarlo al gusto del cliente: hasta la muñeca, hasta el codo o hasta el hombro. Patrañas con las que la gente de la novela se entretenía; trolas y embustes iguales a las de "la otra derecha" que, al no poder construir una crítica consistente al gobierno de Sánchez, se pierde en cotilleos de beatas a la salida de misa. Mientras tanto, nos siguen subiendo los precios y la mano invisible -hecha un puño- se nos aplica con suavidad; día tras día.