Una característica del separatismo es su capacidad para crear argumentos dignos de una película de Torrente. Los catalanes somos los humanos con mayor capacidad para lo que se denomina "suspensión voluntaria de la realidad" que permite, por ejemplo, admitir que Superman puede volar o Cíclope lanzar rayos por los ojos.

Algo hay porque, si no, es inexplicable el recorrido que han hecho los dirigentes procesistas todos estos años, que ya son unos cuantos, prometiendo, jurando, afirmando, llamando a todas las puertas para, al final, acabar pordioseando unas cuantas sillas en diferentes ayuntamientos sin que a sus parroquianos se les mueva una ceja. Piense el lector que Artur Mas solicitó un crédito de 20.000 millones a la China comunista, ya saben, la del Libro Rojo, la revolución cultural, Tiananmen y pim pam pum que viva Mao Tsé Tung. Caramba con los burguesitos, de Sarriá a Pekín no había tanta distancia.

Don Artur, que amenaza con volver el próximo 23 de febrero – no es broma – cuando su periodo de inhabilitación finalice, se plantó también en la mismísima OTAN, como un 007 consumidor de Ratafía sacudida, no agitada. Les prometió todo si reconocían una Cataluña independiente, incluyendo en el paquete básico disponer de una base permanente en el litoral catalán. Claro está que, en paralelo, hacía el mismo ofrecimiento a Rusia y a la misma China a la que intentaba pegarle el sablazo del siglo.

Esa épica de bambalina hecha con cartulina barata, que no otra cosa es, podía haber terminado muy mal, y hay que reconocer que la cosa fue por los pelos. Está claro, dicen ahora, que Europa no podía permitirse una espina clavada en su bajo vientre, pero si se piensa un momento, está claro que cosas peores ha tolerado y tolera esa asociación europea de los mercaderes y tampoco es que nunca ha pasado nada, léanse por vía de ejemplo la guerra en la ex Yugoeslavia, los totalitarismos en países como Hungría o Polonia o la terrible crisis con los inmigrantes. Sí, congratulémonos de que el ángel de la guarda de los bobos estuviese de servicio aquel día. Porque de Europa y la OTAN y su pastelera madre no hay que fiarse demasiado.

Si Mas anda por los platós pavoneándose es porque teme que a los suyos el sainete empiece a parecerles una comedia boulevardier, con puertas que se abren y se cierran, amantes escondidos en el armario y maridos obtusos palpando al galopín en cuestión, mientras lo confunden con un abrigo de pelo de camello ante la hilaridad de un público dócil compuesto, básicamente, por maridos obtusos, señoras pícaras y galopines duchos en hacerse pasar por abrigos. Los ínclitos padres de la patria catalana, que fingen palpar la república en el armario, a sabiendas que es un tribunal de justicia lo que tocan sus deditos, pretenden ocultar la realidad a su tropa. Y esta no es otra que, de los grandes escenarios geoestratégicos y aquello de "el mundo nos mira", han pasado a negociar con el PSC gobernar en 23 municipios catalanes, y no en las principales ciudades, dicho sea. No es floja la caída, ciertamente, pero es lo que su facundia y su ceguera podían dar de sí. A la burguesía catalana se le da de miedo el tres por ciento jugando en regional, pero acceder a la Champions – que en la OTAN, la UE o el gran Monopoly de la ONU también se roba, hay que decirlo – queda muy, pero que muy lejos de su política de campanario, trabuco y homilía carlistona de domingo de Ramos.

Yo de ellos, me daría con un canto en los dientes.