Elsa Artadi, candidata de Junts per Catalunya en estas municipales, se mete con Ernest Maragall, tres cuartas partes de lo mismo por Esquerra. Y no se le ocurre otra cosa que llamarle 'viejo'. Amos anda. La pelea zarzuelera de vendedoras callejeras que hay entre los neoconvergentes y los de Esquerra precisa urgentemente de un municipal, un guindilla, vamos, que los separe con aquel "Ustedes por aquí, los otros por allá, y usted no toca el pito y usted no toca ná".

No hay respeto. ¿Dónde se ha visto en Cataluña, antaño oasis y hogaño patio de Monipodio, que una jovencita le suelte a un abuelete que, cuando él entró en el ayuntamiento, no solo ella aún no había nacido, sino que sus padres todavía no se habían casado? ¿Alguien se imagina a un gachupín del PP decirle vieja a Carmena? Igual sí, pero a lo que vamos, entre las gentes de casa bé no se hacía hasta ahora. Reprocha la ex consellera al hermanísimo su edad, su provecta y más que notoria antigüedad y, claro, viene a decir que tiene la fecha de caducidad más pasada que una novela de Pedro de Répide.

Pero, ¡atención!, en Esquerra han reaccionado fulminantemente, poniendo al candidato a jugar al fútbol, a moverse, a demostrar que, aunque mayor, está en plena forma. Mucho nos tememos que, si esto se prolonga, a Ernest lo tengan que asistir con oxígeno, porque este trote no lo aguanta nadie. Se conoce que lo moderno en mercadotecnia política consiste en demostrar que se es capaz de hacer fitness mientras das una conferencia por Skype, demostrando con certificado que tu organismo evacúa de puta madre gracias al bífidus activo.

Poco tendría que hacer en la España de hoy Churchill, aquejado de ácido úrico, artritis, calvo, viejo, fumador de habanos impenitente y trasegador de alcoholes entusiasta. Aquí ya solo cuenta la carcasa, el chasis, el envoltorio, e importa un pito lo que hay dentro del vehículo. Es la dictadura del continente en lugar del contenido. La imposición de lo banal ha triunfado.

Artadi, que hace yoga, es joven, dinámica, audaz y moderna, ignora entre muchas otras cosas que, como en Star Wars, el mejor día Ernest pone voz de Darth Vader y, parafraseándolo, le suelta "Elsa, yo soy tu abuelo". Porque los que son convergentes de antes y ahora separatistas por imperativo político catalán vienen justamente de ahí, de ese catalanismo maragallista que intentaba por todos los medios dos cosas: ser de España sin serlo y ser socialistas apartando al PSC lo más lejos posible.

Pasqual dedicó buena parte de su carrera política a inventarse ocurrencias como el federalismo asimétrico, a decir que España debía seducir a Cataluña, a sacarse de la manga un nuevo Estatut que nadie le pedía, a, en suma, dar por buenas las tesis pujolistas del fet diferencial ofreciéndolas bajo un barniz de cosmopolitismo que las hiciera parecer novedosas y aceptables para sus electores.

Siempre dije que si Jordi Pujol odiaba ferozmente a Pasqual era porque sabía que su auténtico heredero era el por entonces alcalde de Barcelona. De aquellas aguas nacieron estos lodos, de ahí que el PSC haya recuperado 'pe por pa' las tesis maragallistas de Pasqual y su hermano esté haciendo lo propio desde una Esquerra que pretende ser la Convergencia del siglo XX, falsamente pactista y con rostro amable, en lugar del ceño fruncido y hosco de los puigdemontianos.

Déjate de viejos, Elsa. Lo que tú defiendes es tanto o más viejo que Maragall. Viene de la Renaixença del XIX y del Prat de la Riba de principios del XX.