6 de la mañana.

Me levanto como un resorte a oscuras, torpe, a tientas llego al baño, hago pis y no tiro de la cisterna. Cualquier ruido por insignificante que parezca puede mandar al traste mi plan. Me lavo la cara a oscuras, palpo la toalla y suspiro. No me hidrato la piel. Estoy yo un lunes a primera hora como para hacer los 3 pasos de belleza facial. Ahora eso no es lo importante. Enciendo el ordenador y mientras se carga me preparo el primer café de la mañana. El ruido de la cafetera me pone nerviosa. En estos momentos todo me parece que es demasiado ruido.

Hace apenas una hora que Luci tomó teta y yo me quedé en un duermevela por miedo a quedarme frita. Con suerte tendré hora y media de silencio para organizar los emails y la agenda del día.

7 de la mañana.

Mis cálculos, como es de costumbre, han fallado. El buenpadre se encarga de la pequeña mientras termino un artículo a marchas forzadas y preparo el status de la reunión de equipo, que tenemos a las 10:30 horas.

7:30 de la mañana.

Me pongo con Luci mientras contesto temas de curro con mis dos compañeras madres Maite y Amelia que tienen el mismo sistema de supervivencia que yo, ellas madrugan incluso más. ¿Cuántas horas dicen que hay que dormir por salud?, les pregunto. Nos reímos mientras nos ponemos de acuerdo en varios temas urgentes. Me entra una llamada de un proveedor. Ya me conoce y sabe que a esta hora me pilla seguro. Después puede ser misión imposible.

8:15 de la mañana.

Aparecen la buenahija1 y la buenahija2 con los pelos revueltos por el quicio de la puerta. La segunda arrastra su osito de una oreja, me abraza y me susurra: "Mamá, tengo hambre". Ahora le toca al buenpadre avanzar, así que preparo los desayunos mientras Luci llora en la hamaca porque solo quiere brazos. Consigo que se entretenga con un trozo de tela, después de darle todos los muñecos, sonajeros, mordedores que tengo en una cesta. Voy a coger el vaso en el que tiene que desayunar la niña intensa, pero está sucio, anoche se quedó el lavavajillas sin poner. ¡Estupendo! Lo lavo y dejo listo el desayuno en sus bandejas. Mientras desayunan con suerte contesto un email.

"No quiero pan". Hay que comerse el pan. Si no os coméis el pan sin rechistar hoy no hay peli. Rechistan por supuesto, discuten y claro que tendrán peli, si no a ver cómo conseguimos hacer la reunión de equipo a las 10:30 sin interrupciones cada minuto.

12 de la mañana.

He conseguido hacer la reunión de equipo. El buenpadre tiene que salir a hacer unas gestiones. Tengo que revisar una presentación urgente, pero la buenahija2 tiene hambre otra vez. "Coge un plátano, hija mía". Me pongo los cascos y mientras tengo una reunión de tienda, hago las camas y pongo una lavadora. Tiro de la cisterna. No me importa que escuchen el ruido. Luci llora. Corto la llamada, haciendo repaso de lo más importante. Y llega el buenpadre. Se pone a preparar la comida mientras yo ya estoy sudando, deseando que acabe el día o la vida, qué sé yo. Con la sensación de no llegar a nada, de que se ha pasado la mañana y habrá que sacar huecos después de comer mientras juegan un rato en su cuarto y avanzar de noche.

"Los lunes son así, no te agobies", me dice el buenpadre. Y es verdad, cada día nos cuesta más mantener las rutinas. La culpa en cotas máxima porque es verano, las buenashijas están en modo vacaciones, pero hay que trabajar y seguimos confinadas. Toca sacar adelante proyectos, terminar el curso lo mejor que podamos. El ingenio se nos agota, pero esta semana comienzan EL CAMPAMENT, bendito campamento. Uno multideporte, al aire libre, aforo limitado y normas de seguridad mediante. Porque era eso o la salud mental colapsaba en forma de llagas.

Entonces cuando hace unos días me llegaba un mensaje de una madre que no entendía mis quejas por teletrabajar con niñas en casa, como si esto fuera la panacea de la conciliación, me quedé loca. Quiero dejar claro que trabajar con hijos/hijas no es conciliar, es un parche, es supervivencia, es un privilegio en una crisis como esta o la única solución para muchas mujeres madres autónomas, emprendedoras que intentan sacar adelante sus negocios.

Conciliar es trabajar por un modelo donde toda la sociedad entienda la flexibilidad, como eje transversal. El proveedor que te llama a deshora, la jefa o el jefe que pretende que estés disponible 24 horas 7 días a la semana, el Estado que no ha aprobado ni una medida de conciliación urgente en tiempos de coronavirus, las empresas que no apuestan por medidas de conciliación y planes de igualdad que apoyen la maternidad y una sociedad que mira de reojo a las mujeres que quieren trabajar solas, cumpliendo objetivos y sin interrupciones constantes de sus buenoshijos, que necesitan campamento, sociabilizar, amigos y descanso.

Hay que regular el teletrabajo, con perspectiva de género, siendo obligatorio en momentos de crisis o cuando los niños enferman, que entonces es una necesaria medida de conciliación. Pero teletrabajar con niños es como trabajar en la oficina con niños, misión imposible. Así no se pueden cumplir objetivos, hacer equipo, tener desconexión digital y mantener la salud mental. Por todo ello me gusta visibilizarlo y porque lo hago desde el respeto y desde el humor, para desdramatizar, compartir penurias y sentirnos menos solas.

Este post se lo dedico a todas las Malasmadres autónomas que trabajan y concilian como pueden, desde siempre.

>> Podéis consultar nuestra propuesta del teletrabajo aquí.