No nos pilla por sorpresa. Sabíamos que iba a volver el #ChuletónGate que el verano pasado tantas noticias copó a raíz de las declaraciones del Ministro de Consumo. No es de extrañar si, además de que normalmente somos reacios al cambio y que este tipo de circunstancias se bañan con tintes políticos, España es uno de los grandes exportadores de carne, especialmente de porcino.

El nuevo round explota después de que Garzón hable de los modelos de explotación de las macrogranjas intensivas, donde el objetivo es producir la mayor cantidad de carne en el menor tiempo posible, y, por supuesto con los menos costes posibles. En cuanto a la calidad, además de ser un debate a parte de la contaminación, contamos con una legislación que vigilia que sea segura para el consumo humano.

¿Es verdad que contamina tanto como dicen? ¿Es la carne el único culpable dentro de la cadena alimentaria? No, pero si una de las que más aporta. Simplemente nos tenemos que fijar en lo datos de los estudios científicos independientes al Gobierno que han medido (y siguen midiendo) el impacto medioambiental y la huella de carbono.

Uno de los estudios que más me gustó cuando investigaba sobre el tema dejaba las cosas muy visuales y claras: estudiaba los kilos de CO2 que se expulsaban al medio ambiente por cada kilo de alimento producido, y, además, lo relacionaba con la contaminación del uso del coche.

De esta manera, un kilo de salmón produce casi 2 kilos y 100 gramos de dióxido de carbono, o lo que es lo mismo, la misma cantidad de este gas que produce un coche cuando recorre 12 kilómetros. De la misma manera, un kilo de filetes de cerdo produciría 12 kilos y 100 gramos de CO2, lo que equivaldría a un viaje en coche de Ávila a Madrid; o un kilo de queso produciría la misma cantidad de este gas contaminante que un coche al hacer un trayecto de 135 kilómetros. Casi como ir de Madrid a Cuenca.

De las más contaminantes se señala a la ternera. Y es que un kilo de esta carne produciría unos 27 kilos de dióxido de carbono, lo que equivale a un trayecto de Madrid a Zamora, es decir, unos 270 kilómetros (kilómetro arriba, kilómetro abajo). No se trata de dejar de consumir carne, pescado o quesos. El mensaje, como ya dijimos en verano, es claro: se trata de consumir lo que tenemos que consumir y no el exceso de carne que tenemos actualmente.

De hecho, si nos fijamos bien, el consumo de pescado es menos contaminante que la carne y es uno de los alimentos que, actualmente, deberíamos de potenciar más en nuestra dieta. Mejor si es salvaje, ya que según este estudio los pescados de piscifactoría, en general, tendrían más impacto medioambiental que los salvajes. Aunque entramos en otro terreno pantanoso: la pesca responsable y evitar la sobreexplotación de la pesca.

¿Sólo los alimentos de origen animal contaminan? Evidentemente no. De hecho, es uno de los recursos para rebatir este debate de los defensores a ultranza de la carne. En mayor o menor medida todo contamina y tiene un impacto medioambiental. La cuestión es cuál es ese impacto y cómo lo puede soportar nuestro planeta.

Para hacernos una idea, y teniendo en la mente las cifras anteriores, un kilo de brócoli produciría 2 kilos de CO2, lo mismo que un coche cuando hace 20 kilómetros. O un kilo de tomates produciría 1,1 kilos (lo mismo que 11 kilómetros en coche), o un kilo de lentejas, el cual sólo expulsaría al medio ambiente 0’9 kg, siguiendo nuestra comparativa, unos 9 kilómetros en coche.

El debate tiene recorrido corto: cuando seguimos una dieta más basada en alimentos de origen vegetal (mejor si es de temporada, de producción local o, incluso, de agricultura ecológica), y reducir el consumo de proteínas de origen animal, además de que es mucho más saludable para nosotros, también es mucho más saludable para el planeta. Otra cosa será los intereses económicos que hay detrás, pero a nivel científico, no hay mucho más que decir.