He perdido ya la cuenta de las veces que Pedro Sánchez se ha enmendado a sí mismo desde que volvió al liderazgo del PSOE. Es Pedro de día y Sánchez de noche. El último aspecto que me ha llamado la atención del Presidente del Gobierno en funciones es su desaparición. El hombre que tanto afeó a Mariano Rajoy su apego a esconderse detrás de un plasma, no da explicaciones sobre absolutamente nada. No sabemos qué opina sobre la sentencia de los ERE de Andalucía. En su afán por desligarse del asunto –digo yo que será eso- no se ha sentido obligado a salir para decirles a los ciudadanos, por ejemplo, que hará lo posible para recuperar el dinero o que en el actual PSOE no tiene cabida ese tipo de comportamientos o que confía en que Susana Díaz pueda representar otra etapa del partido en Andalucía. O lo contrario. O algo. Una cosa es que él no estuviera en primera línea cuando se produjo el escándalo y otra muy diferente es que no tenga nada que decir sobre la corrupción en la formación política que él preside.
Pedro Sánchez no ha explicado tampoco qué pretende con sus negociaciones para ser investido Presidente. Entiendo que él no puede estar publicitando el minuto y resultado, porque el ruido es perjudicial para cualquier acuerdo. Sin embargo, los españoles mereceríamos que nos cuente por qué está haciendo lo que dijo que no haría y por qué lo que decía que pensaba el 9 de noviembre no se corresponde con lo que parece que piensa el 1 de diciembre. A mí personalmente me encantaría saber por qué anunció con rotundidad en campaña electoral que ilegalizaría los referendos ilegales y ahora, si te he visto no me acuerdo. Ya que no ha considerado necesario comparecer para aclararnos sus milagrosas recetas contra el insomnio, sería interesante averiguar por qué dijo que "jamás" se sentaría a dialogar "con partidos que cuestionen la legalidad constitucional o apoyen consultas que buscan el enfrentamiento" y por qué ahora ha cogido y se ha sentado. También me encantaría que Sánchez, puesto que es representante de todos los ciudadanos, se sintiera en la obligación de aclarar por qué se comprometió a evitar que la gobernabilidad de España descansara en partidos independentistas y ahora ni siquiera responde a las llamadas de teléfono del Partido Popular. Además de esto, y por encima de todo, lo que más me gustaría es que los dirigentes políticos tuvieran interiorizada la necesidad de rendir cuentas ante los ciudadanos. Gobiernan, o pretenden hacerlo, a espaldas de la gente. Seguramente lo hacen sin remordimiento de conciencia, porque ya hemos dado suficientes muestras de nuestras tragaderas. Me da exactamente igual de qué partido político estemos hablando. Sirve para todos. Los verdaderos líderes de un país deberían tener claro que pueden tener muchas razones, honestas o deshonestas, para cambiar y hacer lo que dijeron que no harían. Pero si no lo explican, en mi opinión, las pierden todas.