El plan inicial de los políticos era alcanzar un acuerdo para la reconstrucción de España a finales de junio. Nunca hubo ambiente de pacto para el país, a pesar de que estábamos siendo golpeados por una pandemia. Tampoco lo hay ahora, que se acerca la fecha límite. Y no solo porque Pablo Casado haya aprovechado el primer mitin de la campaña gallega para llamar "mentiroso" al Gobierno. Tampoco porque Vox se haya descolgado del homenaje de Estado a las víctimas del coronavirus, alegando que es un acto de exculpación de Pedro Sánchez. O porque Pablo Iglesias haga intervenciones que tienen muy poco que ver con su papel institucional. Es por todo esto y por lo demás.

Andan los partidos enzarzados, incluso los socios de coalición, por asuntos como investigar el papel de Felipe González en los GAL o las actividades presuntamente delictivas del rey don Juan Carlos. No son temas menores, pero cualquiera diría que la pandemia se les queda pequeña. Lo de González no parece que sea una prioridad para los españoles y lo segundo se está investigando en los tribunales, así que parece más lógico esperar y ver.

En lugar de aplicarse en el recuento de muertos o en afrontar esa crisis económica tan grave que nos anuncian pero que, al mismo tiempo, parece preocuparles menos que los GAL, optan por poner encima de la mesa debates tan extravagantes como la posibilidad de que haya test antidrogas a diputados y senadores o los cacheos a Santiago Abascal a la entrada del hemiciclo, por si acude al escaño con pistola. Y eso a pesar de que el partido que propone esto último, Compromís, admite que no tiene ningún indicio de que eso sea así. Pero da igual. Todos estos aspavientos para la distracción son muy entretenidos, pero a mí me generan una profunda desazón. Primero, porque dan una falsa sensación de seguridad, como si España ya estuviera fuera de todo peligro y el coronavirus no fuera más que un mal sueño. Segundo, porque no concibo que los políticos tengan una dificultad tan grande para establecer sus prioridades. Y tercero, porque me gustaría sentir que, en estas circunstancias, estamos todos en buenas manos. No sé si finalmente se pondrán de acuerdo en algo, por pequeño que sea. Pero en estos momentos corremos el riesgo de que nuestros dirigentes tengan solo una cosa en común: el no haber estado a la altura en uno de los peores momentos de nuestra historia reciente.