El Presidente del Gobierno pretende iniciar esta semana el diálogo con la oposición y los agentes sociales para alcanzar unos nuevos pactos de La Moncloa, con los que afrontar la reconstrucción social y económica de España después del coronavirus. El punto de partida es una enorme desconfianza entre las fuerzas políticas de nuestro país, críticas generalizadas a Pedro Sánchez por no haber consultado prácticamente nada hasta hoy y la tentación, tradicional ya, de nuestros dirigentes de actuar como si al día siguiente tuvieran que batirse en unas elecciones.

Si somos capaces de templar el calor del momento para mirar a los grandes partidos políticos con cierta distancia, es fácil entender tanto los planteamientos del PSOE como los del PP. A ningún sitio podrán ir el uno sin el otro para hacer frente a las consecuencias de la pandemia. Por un lado, Sánchez parece haber entendido eso, que después de la catástrofe no podrá ir solo o con socios poco fiables a ninguna parte. Desde ese punto de vista, su ofrecimiento de diálogo parece lógico. A partir de ahí, debería atender, por ejemplo, las críticas generalizadas de los presidentes autonómicos y no tratar de recabar apoyos a hechos consumados. No puede pretender un apoyo ilimitado a todo lo que deciden Pablo Iglesias y él. Yo me lo guiso, yo me lo como y los demás, que me apoyen. No. Eso es de novatos y más propio de líderes de talla reducida.

Por lo que se refiere al PP, es evidente que tanto ellos como el resto de formaciones de la oposición, hacen bien en criticar aquello que el Gobierno pueda estar haciendo mal. Es complicado dar un cheque en blanco a los gestores de esta crisis y es comprensible que unos piensen que tienen mejores ideas que los otros para gestionar lo que hay. Pero criticar no es incendiar, porque luego habrá que gestionar los efectos de esas llamaradas. No sé qué es lo más beneficioso para los ciudadanos en este momento. Me asombra la cantidad de gente que tiene claro cómo debería ser el confinamiento, su final y hasta el tratamiento del coronavirus, la gestión de la sanidad o la celebración de los funerales. Yo no tengo ni idea de casi nada, pero sí siento que este no debería ser el clima con miles de muertos sobre la mesa.

Pienso que los políticos deberían estar hablándose más y mejor, deberían decir menos tonterías y actuar como si estuviera en juego no su sillón, sino el futuro de todos. Tiene que ser una experiencia fascinante poder decir, después de una catástrofe, que las personas que estaban al mando dieron lo mejor de sí mismos. Si una pandemia, y todo lo que esta conlleva, no nos permite vivir algo así, es evidente que nosotros no lo viviremos nunca.