Inés Arrimadas quiere presentarse en coalición con el PP en Cataluña, Galicia y País Vasco. La persona que está llamada a liderar Ciudadanos habla de "una fórmula ganadora y constitucionalista", que ha denominado provisionalmente 'Mejor unidos'. Ella ha explicado que su pretensión sería incluir también al PSC, aunque al mismo tiempo asegura que es consciente de que los socialistas no querrán.

Bueno, bien. Es un brindis al sol, una justificación para aparentar ser un partido transversal, aunque definitivamente el objetivo sea única y exclusivamente una coalición a la derecha. De momento, Arrimadas lo plantea como algo puntual. Pero suena a principio del fin.

El partido naranja se extendió velozmente por el territorio nacional reivindicando un espíritu centrista. Querían resucitar la política de la transición, la capacidad de pactar a izquierdas y derechas argumentando que el interés general estaba por encima de las ideas. Ese y no otro fue el secreto del éxito de Ciudadanos.

Por eso, el día que Albert Rivera decidió que con el PSOE actual no iba ni a la vuelta de la esquina, aunque la alternativa fuera dejar a España en manos de los independentistas, empezó su declive. En mi opinión, los potenciales votantes de Ciudadanos eran aquellos que estaban hasta el gorro del PP y aquellos que no se fiaban de Pedro Sánchez y preferían evitar un Gobierno con Unidas Podemos, que además estuviera en manos de Gabriel Rufián y Quim Torra. El día que Rivera ya no representaba ni a unos ni a otros, se pegó un trompazo electoral.

Es verdad que Arrimadas no está en una encrucijada fácil. Tiene los problemas internos inherentes a cualquier proceso sucesorio y además, tiene que decidir quiénes van a ser sus potenciales votantes. Pidiendo públicamente un pacto con el PP está diciendo muchas cosas. La primera, que no confía en sus posibilidades electorales; ni siquiera en Cataluña, donde un día fueron los más votados. Ningún experto recomendaría trasladar semejante mensaje pesimista. Es que equivale a dar por hecho que la única manera de garantizarse representación parlamentaria, pasa por camuflarse entre las filas de otros.

La segunda conclusión que se puede extraer de la propuesta de Arrimadas es la elección de socio. La líder de Ciudadanos les está diciendo a los votantes que su partido se queda en la derecha. Y en una derecha, la que lidera Pablo Casado, que no es cualquier derecha. Ahora mismo en Génova dan la razón a VOX en los días pares y se hacen fotos con Aznar en los días impares. Para votar al apegado, votas al original… A mí me parece una oportunidad perdida, porque la persona llamada a salvar o hundir a la formación naranja no parece confiar en la personalidad propia que sí se le presuponía en el Parlamento de Cataluña. Es el momento de arriesgar y de buscar la diferencia. Siempre estarán a tiempo de caer en las fauces del PP. No hace falta ir corriendo hacia la boca del lobo.