Esta sección se llama 'Todo está en Bourdieu' esperando agazapada momentos de exaltación de la distinción como el que ha brindado esta semana la Presidenta de la Asociación de la Prensa de Madrid con su artículo sobre la honradez intrínseca asociada a los ricos a raíz del gran patrimonio de Marcos De Quinto, nuevo diputado de Ciudadanos y azote de los trabajadores de mi ciudad, Fuenlabrada [que en el barrio no olvidamos]. Como ya tiene mucho dinero, no va a venir a la política a robar, que eso es de pobres. Es de una lógica incontestable, y clasista.

"Que un señor con esa fortuna forme parte de una lista electoral debería ser recibido como una garantía de que no se va a dedicar a 'forrarse'". La frase del artículo de Victoria Prego podría ser una broma ridícula que no admite más discusión que una simple relación de nombres como Rodrigo Rato, Mario Conde, Francisco Granados, Bernard Madoff, Jordi Pujol, Silvio Berlusconi, Joseph Lau o Robert Allen Stanford. O podemos ponernos más científicos y citar el estudio de Paul Piff, psicólogo social de la Universidad de Berkeley, que ha concluido que tener más dinero aumenta las posibilidades de cometer comportamientos poco éticos y que según aumenta el estatus socioeconómico bajan la compasión y la empatía. En esta conferencia lo explica de manera amena con un experimento en el que manipula el juego de Monopoly para favorecer a los jugadores con una posición social alta frente a otros con una posición social baja. Tras ganar, los primeros asocian su victoria a su capacidad y mérito, y no a las ventajas de inicio que el juego les había proporcionado. Es un experimento sencillo para que lo entiendan hasta los liberales.

Pero esa frase de Victoria Prego esconde más. Y no es algo que se base en la constatación empírica de los hechos. Es, como diría Slavoj Zizek, "pure ideology".

La familia de Prego nunca tuvo problemas para conseguir el certificado de adhesión al movimiento para ocupar cargos públicos y ha aprendido el poder que otorga el capital social. Una enseñanza que precisa transmitir cada vez que tiene oportunidad y así cerrar el paso a los puestos que siempre han ocupado los de su clase a la chusma de baja estofa. Formar parte de la alta burguesía próxima al franquismo ayuda a replicar ciertos comportamientos heredados, porque no solo se hereda el patrimonio, sino también los comportamientos aprehendidos que ayudan a perpetuar su posición.

Es propio de los ricos y sus consortes mediáticos de la burguesía acomodada creerse que su posición social de privilegio se debe únicamente a sus propios méritos y talentos. Que nada tienen que ver en su éxito profesional las regalías de clase, familia, entorno y capital. Por eso la pluma de Victoria Prego no cree que haya tenido ninguna relevancia en su estatus preeminente el legado de su padre Adolfo Prego, ilustre periodista del régimen que escribía en medios falangistas junto a Pilar Primo de Rivera tras el triunfo nacional. Ni en el de ella ni el de su hermano, el magistrado Adolfo Prego, que logró quitar de la carrera judicial a Baltasar Garzón por querer dar justicia y reparación a las víctimas del periodo que tanto ofreció a la posición social de su casta familiar.

Pero el discurso de Victoria Prego que ensalza las bondades del que más tiene lleva asociado un desprecio nada disimulado al que menos posee. Si tener mucho es una garantía para asegurar la honradez, tener poco conlleva una mácula de sospecha. Un pobre que entra en política lo hace solo para enriquecerse. No es esta una proclama nada novedosa en las líneas ideológicas de la carcunda española. De hecho, es una de las líneas fundamentales de su ideario, enraizado en los orígenes de la conformación del corpus doctrinario de la derecha española que se impulsó en la época isabelina cuando se estableció el sufragio censitario por razón de riqueza.

No nos creamos que lo que subyace tras el discurso que considera más honesto al más rico y sospechoso al pobre forme parte de la desinformación o la ignorancia. Quien replica este mensaje sabe lo que hace, y precisamente porque es efectivo seguirá haciéndolo sin importar la verdad ni las pataletas del vulgo consciente. Ese discurso es un poderoso relato de dominación de clase, aquel que considera que existen dogmas inamovibles que no pueden ser cuestionados para preservar las prerrogativas del actual orden social. Que los ricos roban más es ciencia. Que los ricos roban menos, ideología. Por eso es posible que creas lo contrario.