Puede sorprender, pero la polémica de la semana sobre el plan antiabortista del PP y Vox en Castilla y León se podría desencriptar viendo a Iker Jiménez en 'Cuarto Milenio'. No porque el protocolo que nadie se atreve a publicar se haya calificado de fantasma, sino porque la estructura ideológica que la sustenta está cada día en el programa magufo del señor que persigue ovnis. La conspiración que sustenta el plan ultra es la denominada 'Gran reemplazo', y ha tenido bastante protagonismo en el programa de televisión de Jiménez de manera recurrente, dando pábulo a las conspiraciones racistas antisemitas históricas de las que emana.

El sustrato del ideario del plan de Vox está bien definido y es una estrategia internacional compleja que pasa por tres ejes: Natalidad-Inmigración-Cultura Cristiana. La teoría es que Europa y la cultura cristiana occidental están en riesgo de desaparición por el vaciamiento poblacional y sustitución por parte de otras culturas. La pervivencia del legado cristiano está en riesgo y existe un reto demográfico que pasa por fomentar la natalidad de la población europea blanca y católica. La rama de la conspiración de este planteamiento ideológico profundo de la reacción expresa que esa situación es orquestada por las elites europeas, personalizadas en George Soros ahora, pero en el pasado por Richard Coudenhove-Kalergi, que como precursor del europeísmo fue visto por los fascistas del momento como el origen de todas las teorías que buscaban la disolución de las soberanías nacionales.

Viktor Orbán impulsó esta teoría racista durante la crisis de los refugiados de 2015 acusando a las élites de Bruselas de impulsar una invasión musulmana para diluir las raíces cristianas de Hungría. El plan de sustitución cultural buscaría disolver la raza blanca y la cultura occidental en una amalgama diversa con el islamismo como caballo de Troya. El delirio conspiranoico es más elaborado o más difuso, pero las políticas públicas e ideológicas que la derecha con la extrema derecha empujando fomentan están basadas en esa concepción teórica. Sus políticas públicas se basan en fomentar la natalidad de la población europea, prohibir el aborto (o dificultarlo) y criminalizar a la inmigración. Son tres líneas fundamentales que se abordan de diferente manera dependiendo de la coyuntura, el país y la fuerza de la extrema derecha en cada zona.

Hungría es la referencia no solo para Vox. En Madrid tienen como referencia a Orbán y en Hungría a Ayuso. No es solo Vox, es el PP junto a Vox. Madrid ha ido más lejos que García Gallardo en la hoja de ruta de Orban porque sí ha implementado medidas nativistas y en contra del aborto. Las ayudas a la familia, llamadas así de manera eufemística, son los cimientos del plan ideológico ultra de Viktor Orbán, y es en esa línea como se actuó en Madrid. Las medidas de Ayuso de protección a la maternidad que se aprobaron en Madrid están fundamentadas en la protección de la "nación biológica", medidas nativistas que están en el seno de las políticas de la extrema derecha del grupo de Visegrado. Lo que el PP y Vox han intentado llevar a cabo de forma pública y con publicidad no difiere en absoluto de lo que Isabel Díaz Ayuso aprobó con menos ruido junto a Rocío Monasterio en Madrid. La comunidad de Madrid estableció un plan que no difiere en nada de la estrategia nativista húngara que García Gallardo ponía como referente.

Las ayudas a la natalidad, que siempre se denominan en positivo a pesar de que llevan un plan de segregación detrás, que instauró Ayuso se basaron en una ayuda a las madres que estuvieran empadronados un mínimo de diez años en Madrid. La propuesta no es inocente, establecer ese baremo dejaría fuera de las ayudas a un bolsa importante de mujeres migrantes para que solo las nacionales puedan pedirlas. Esta manera de segregar busca favorecer la natalidad blanca y penalizar a las personas migrantes. Las ayudas están destinadas a las madres para evitar abortos, por eso no son ayuda a los menores, porque no les interesa favorecer a los menores ya nacidos que tengan problemas de subsistencia.

Es importante dejar claro que todas las políticas nativistas que van en esa dirección tienen como elemento común cultural estas teorías de preservación de la raza y la cultura frente a todos aquellos que vienen de fuera a pervertir la esencia occidental y cristiana. El PP ha aceptado de manera retórica que el aborto está aceptado socialmente y que no tiene nada que ganar electoralmente en esa batalla, pero saberse perdedor no implica que deje de pensar lo mismo sobre esa concepción nacionalcatólica de la concepción y la mujer. Las políticas públicas serán más tenues y cobardes, como las del PP, o más descarnadas, como las de Vox, pero ambos están de acuerdo en el fondo y por eso actuarán siempre juntos en en esa dirección. Su éxito dependerá de que nos demos cuenta como en Castilla y León y se pueda parar a tiempo, o no nos demos cuenta como ocurrió en Madrid y acaben las medidas aprobadas. Es una decisión política que no dejará de estar presente en las decisiones de la reacción allá donde gobiernen.