Los españoles pecamos de creernos más listos que nuestros propios gobernantes. De ser más listos de lo que somos. Existe en nuestro país un síndrome colectivo que tiene nombre científico en la psicología social: el efecto Dunning-Kruger. Un trastorno de sesgo cognitivo que provoca que los individuos más incompetentes se crean mucho más hábiles y los que son muy competentes piensen que son peores que el resto. Atendiendo a este problema de autopercepción podríamos concluir que Pablo Casado es el presidente adecuado para gobernarnos. No hay nadie mejor que él para dirigir a una recua de incompetentes que nos creemos mejor que a quien elegimos y todos renegamos del resultado.

Lo dice un madrileño. Una región que aupó hasta casi la mayoría absoluta a una persona que tenía claro que el virus circulaba en nuestro país mucho antes de marzo como bien indicaba su nombre COVID-19, que significaba coronavirus-diciembre-19. Es cierto, lo dijo. Hay gente que de la vergüenza no levantaría cabeza y ahí esta ella. Inasequible al ridículo público. De esperanza blanca de la reacción española y la presidenta con un porcentaje de voto propio del bipartidismo. Somos imbatibles mostrando nuestras aptitudes próximas a la idiocia.

Pablo Casado aspira a ser presidente y hay que reconocer que es un digno candidato en España. Quién si no más que el líder del PP se reiría en una charla cuando un ponente llama "hijo de puta" al primer ministro holandés, Mark Rutte. Esa diplomacia y saber estar en las altas esferas de las relaciones internacionales son muy propias de algunos gobernantes populistas de nuestro tiempo que bastante tienen con llegar al final del día sin sufrir un ictus por falta de riego. Casado cumple su cometido. Porque hay que ser muy limitado para realizar un acto por la concordia como alternativa a la ley de memoria democrática compartiendo escenario con dos dinosaurios de la Transición que consideran que el golpe de Estado de 1936 fue culpa del gobierno democrático de la República y que las derechas no tuvieron responsabilidad alguna. Es de una necedad brillante hasta para el más sandio. Concordia, el acto era por la concordia y les han faltado hacer piras con rojos y masones.

Que Casado tenía escasas luminarias lo supimos al ver cómo tuvo que sacarse la carrera de Derecho después de varios intentos vanos por sus méritos. Pero la estrategia política de usar un akelarre de señores con olor a naftalina y camisa azul en el armario insultando a primeros ministros europeos, haciendo apología del golpe de Estado y reconociendo que no renuevan el CGPJ porque hay mayoría conservadora solo está al nivel del más digno representante de los incompetentes. La izquierda no necesita argumentario, basta con dejarles hablar para que se demuestre imprescindible la aprobación de una ambiciosa, más aún tiene que serlo, ley de memoria democrática. Que la deroguen si se atreven cuando ganen, que luego no se atreven.

Ya va siendo tiempo de implantar en España una oclocracia. El más degenerado de los sistemas democráticos, un gobierno de la turba, de la peor excrecencia, que no tendría mejor representante para representados tan bajos que Pablo Casado. Polibio estaría orgulloso de ver una representación tan pura de lo que para él era la máxima representación de la decadencia democrática. Su teoría expresada de forma sublimada. La mediocridad del líder del PP alcanza unas cotas de excelencia que no se me ocurre otro futuro que no sea el que le elijamos para dirigir nuestros designios. Españoles, inmolémonos con gloria, de forma mayestática y con modos superlativos. Ejerzamos nuestro poder soberano de elección con maneras suicidas, elevando a la máxima potencia del ridículo nuestra capacidad para poner humanos ineptos para que dirijan nuestro porvenir. Hagamos nuestra mejor obra, elijamos a Pablo Casado de presidente.