Una de las cosas más divertidas de llevar más de una década informando sobre grupos nazis y miembros de la extrema derecha es constatar que encontrar uno de ellos con capacidad para llegar al final del día sin que le dé un ictus por el esfuerzo mental de mantenerse con vida es más difícil que encontrar a un emprendedor que defienda la cultura del esfuerzo sin que haya heredado una fortuna de su padre. No espero a estas alturas, porque los conozco, que tengan la capacidad para discernir textos complejos, pero hay que ser excepcionalmente limitado, próximo al desparejo cognitivo que nos hace homínidos avanzados para escribir y creerse ciertas noticias.
El último bulo que me voy a permitir desentrañarles es de tan bajo nivel que solo lo expreso para que se rían conmigo de la extrema derecha más lerda de Europa que, a pesar de tener los favores de grandes capas del poder profundo, es incapaz de apartar a un plumilla de Fuenlabrada que tiene como único patrimonio una gatita y un perrete adoptados y una biblioteca bien nutrida. Socializar la burla de una recua de gilipollas nazis ciclados que intentan limitar su idiocia pinchándose winstrol para ocupar su triste vida en una farsa inflada con anabolizantes debería desgravar por hacer un bien colectivo y social. Y yo, hago lo que sea por el colectivo y mejorar nuestra sociedad.
Ayer no pude parar de reír durante varias horas compartiendo con amigos, compañeras y mis abogados el texto que leí en el libelo de Vox sobre una supuesta querella "criminal" -que ya marca el nivel de conocimiento de derecho ese adjetivo a la querella- que se habría puesto contra mi persona. Mis abogados estuvieron varios minutos intentando entender algo de lo que en la noticia se decía, porque es tan disparatada que pensaban que había algo que se les escapaba, pero no, es que era así el delirio. Primero porque el titular decía que me habían puesto una querella por prevaricar, tráfico de influencias, y estafa procesal. A mí, a un periodista, a alguien que no es funcionario público. Imaginen el nivel de Unai Cano, el activista ultra que escribe para Vox, escribiendo sin darse cuenta que el delito de prevaricación solo lo puede cometer un funcionario público. Pero eso, esa ignorancia supina, no es lo mejor del caso. Intenten acabar esta historia sin descojonarse.
Alberto Ayala Cantalicio es un nazi. Un nazi que ha tenido problemas con la policía y la justicia desde el año 1995. Un nazi histórico que ha llegado a estar en Soto del Real en prisión preventiva. Un nazi con miembros del partido nazi tatuados en el pecho y que ha sido miembro de Ultras Sur, Combat España y Juventudes Canillejas. Un nazi que fue detenido por disturbios en la calle cerca del Bernabeu aprovechando el descontrol por un atentado de ETA. Un nazi que fue arrestado en Bonn (Alemania) por mostrar signos prohibidos en el país germano. Un nazi que fue detenido por agresión y su implicación en unos disturbios que acabaron con la quema de un bar cerca del Bernabeu. Un nazi que ha sido arrestado por actos violentos contra personas migrantes. Este nazi fue el responsable de pedir el permiso a delegación del Gobierno para la manifestación homófoba en Chueca y que provocó que se querellara contra mí por injurias y calumnias por desgranar su pasado violento y nazi en Al Rojo Vivo para demostrar que la delegada del Gobierno tenía que tener conocimiento de quienes eran los convocantes. El nazi de Ayala tiene derecho a querellarse contra mí, hasta los nazis más inmundos tienen derechos y es un placer dejarle en evidencia también en un juzgado y probar todas y cada una de mis afirmaciones. Llevo diez años ganando querellas a nazis. Es como un deporte antifa.
Pero lo cierto es que no me esperaba que fueran tan torpes y nos hicieran el trabajo. Es que ni siquiera tenemos que hacer algo para eludir sus acciones. Pues bien, volvamos a la noticia de La Gaceta, sigan aguantando la risa. El caso es que la carta mágica que tenía Ayala Cantalicio para intentar demostrar que yo había cometido injurias era demostrar que no tiene antecedentes penales, como si no tener antecedentes en curso no implicara haber cometido actos ilícitos en el pasado. Pero eso es lo de menos, porque ser nazi no es delito, pero si eres nazi, pues lo eres. El caso es que Ayala Cantalicio pidió su registro de antecedentes penales para añadirlos a la causa contra mi persona. Piensen que a estas alturas yo todavía no he participado en el proceso, que para eso tengo abogado. Pues resulta que al pedir su certificado de antecedentes parece que sí tiene, y digo parece, porque es lo que dicen en el libelo voxiano, y claro, se ha quedado sin defensa procesal, que ya era una chapuza ridícula. Ignoro si Ayala Cantalicio es tan torpe que no ha pedido la cancelación de los antecedentes o es que ha cometido nuevos actos que le han impedido la cancelación. La verdad es que me da igual el deterioro cognitivo que le haya podido provocar la vida que ha llevado. Pero debería saber que, para cancelarlos, debería haber descargado un documento en el ministerio de Justicia y pedirlo, pagar las tasas y esperar un tiempo dependiendo del tipo de delito. Yo no tengo la culpa de que tenga que contratar un asesor para ir a hacer la compra al Mercadona.
¿Qué tengo que ver yo en esta relación de hechos? Pues nada. Han sido ellos mismos autolesionándose los que han pedido un documento que les deja sin defensa porque se pensaba que estaría vacío. Pero claro, ahora viene lo divertido. La rabia y la ira de reconocerse como tremendos lerdos les ha llevado a filtrar a un indocumentado una supuesta querella ridícula que viene a decir que algún funcionario ha modificado sus antecedentes penales de manera ilegal y que yo he participado de algo así. Os voy a crujir, amigos. Sus delirios son cosa suya, pero Unai Cano y La Gaceta han cometido el error de hacer caso a un torpe indocumentado y me ha mezclado con unos delitos que no he podido cometer y con los que no tengo ninguna relación. Y ahora es cuando mis abogados se van a divertir con todos los que han difundido esas acusaciones, desde Alberto Gonzalo de Juan, el de Pugilato, a Unai Cano y La Gaceta. Ser torpe no es eximente, ser nazi tampoco, aunque puedan ser sinónimos. Sacar dinero a nazis es un modo antifascista de redistribución de la riqueza. Marx proveerá.