La insolencia del pueblo es lacerante. No se han dado cuenta que la democracia es lo que los jueces quieren que sea. A los jueces no les gusta la fiscalización de la prensa porque se sienten al margen de los deberes y la ley. Para ellos no hay posibilidad de dar explicaciones a nadie más que a otro juez, a otro amigo, a un compañero, a un socio de club privado de esos a los que se van a conspirar contra los gobiernos que no dictan lo que ellos consideran derecho divino. Con ellos no va lo de explicar a la ciudadanía si su comportamiento se ajusta a los estándares que se exigen al resto de servidores públicos con una alta responsabilidad. Si pusiéramos la lupa sobre los jueces del mismo modo que lo hacemos sobre la clase política no habría nadie con estómago para defender la imparcialidad e independencia judicial.
La judicatura es el único poder del Estado que se siente al margen de las obligaciones del decoro público, con ellos no va lo de mantener las formas, ni dar explicaciones. No podemos saber su declaración de rentas y bienes y si eso se ajusta al nivel de vida acorde a su sueldo, tasado y fiscalizable. Hay jueces viviendo en La Moraleja a los que costaría explicar cómo es posible tener ese tren de vida con los salarios que tienen. Siempre que en un debate algún periodista apegado al sistema, que habla hasta de mecánica nuclear o las causas físicas del apagón pero considera que no tenemos formación para opinar de la justicia y dice que la judicatura la forman seres de luz le conmino a que pregunte por qué el único delito sobre el que no se facilitan estadísticas es sobre prevaricación judicial. En las memorias del CGPJ la mayoría de los expedientes disciplinarias del año pasado, solo 16, se saldaron con multitas de 300 o 400 euros por abuso de poder y causas de ese estilo. Un chollazo, sale más caro saltarte un semáforo que abusar de tu condición de juez. A callar.
Un juez del Tribunal Supremo que acaba de dejar visto para sentencia un juicio al Fiscal General del Estado, en que todos los que lo hemos seguido hemos visto el desastre lógico de las conclusiones, se permite el lujo de sentarse al día siguiente a dar un curso pagado por una de las acusaciones populares. La sensación de impunidad y el privilegio mamado les lleva a hacer esto con soberbia y orgullo. Todos entenderían el escándalo que supondría que el día después de que un ministro sacara una ley que favorece fiscalmente a las eléctricas estuviera dando una conferencia pagada por Iberdrola. Pero los jueces caminan por encima de las aguas, mean colonia, ellos no pueden tener actitudes censurables ni que pongan en cuestión su imparcialidad porque si te atreves a cuestionarles estás contra el estado de derecho. Ellos son la ley, la pulcritud, la ética pública esencializada en togas y puñetas. Lo que está mal deja de estarlo cuando se muestra con toga. No puede ser inmoral nada que haga o diga un juez. A callar.
Se entiende mejor que viera como una amenaza que un compañero como José Precedo dijera que sabe quién es la fuente de la filtración y que no es el Fiscal General del Estado, cuando tienes decidido condenar a un inocente es normal que veas como una amenaza que se pueda revelar la verdad cuando al día siguiente te vas a ir de chanzas con la acusación particular mientras otro de los jueces del alto tribunal, Antonio del Moral, solo ha sido tutor de tesis de dos doctorandos que por casualidad estaban en las acusaciones populares. La endogamia es de tal nivel que por casualidad todos los amigos acaban haciendo piña para condenar al "sanchismo".
Los periodistas no tenemos posibilidad de preguntar a los jueces, ni mandarles preguntas, no dan ruedas de prensa, se creen por encima de esa molestia incómoda que es tener que dar explicaciones por actos del ámbito público que puedan poner en cuestión su imparcialidad a la hora de juzgar un asunto tan delicado como el proceso al Fiscal General del Estado. A callar.
La judicatura se cree que para valorar los hechos, opiniones, actitudes e incoherencias lógicas de todo proceso intelectual es imprescindible tener una formación jurídica mientras ellos dicen que es sospechoso que un periodista que tenía la información de un expediente fiscal no la publique en el mismo día sin conocer el trabajo que lleva las diligencias e investigación mínima exigible para publicar con certeza y sin riesgo de equivocarse una información de tal calibre. A callar.
Si eres periodista y has tenido una información de esa relevancia saber la gilipollez que significa esta deducción de legulellos. Ellos sí puede opinar, y juzgar, algo de lo que desconocen los preceptos más básicos, pero los ciudadanos no podemos opinar que si algo se revela un día no puede ser culpable el que tiene esa información al día siguiente. Parece ser que para descartar los viajes en el tiempo tienes que ser juez. Para ellos la lógica deductiva solo es evaluable si te ha puesto un partido en el Supremo para controlar la sala penal por detrás. El resto a callar. Los jueces están por encima de nosotros, son una clase superior que la chusma del populacho no puede fiscalizar. La plebe no aprende cuál es su lugar. A callar, que quien está acostumbrado a mandar callar no pierde la costumbre cuando cuelga la toga en el tribunal.



