Un mundo de formas cuadradas, con árboles en bloques y hasta un Big Ben cuadriculado supone la puerta entre la realidad virtual y la vida real de Zac Stuart, un niño de 11 años con autismo al que la vida le cambió cuando llegó a su familia un invitado inesperado: Minecraft.

"Con los videojuegos, especialmente con Minecraft, nos dimos cuenta de que era una manera ideal para que él pudiera expresarse. En Minecraft se encuentra con un mundo lógico, que entiende, donde puede explorar, donde se siente a gusto y tiene el control", explica Keith Stuart, su padre.

Las largas tardes jugando en casa han quedado plasmadas en las páginas del libro 'el niño que quería construir' y en su visita a España, su padre ha aprovechado para conocer de cerca otros casos de autismo.

En el centro Nuevo Horizonte, por ejemplo, pintan, zurcen bolsos y carteras de cuero e interactúan con animales. Los padres de estos chicos pensaron en el futuro de sus hijos cuando ellos faltasen, y Felipe Cabezas, uno de esos padres, estaba esperanzado en que "tuviesen por lo menos las mismas terapias y las mismas soluciones que les hemos estado dando cuando nosotros hemos vivido".

Ante cualquier signo extraño en los niños, Keith aconseja prestarles atención: "El espectro autista en sí es un lenguaje propio, y para conocerlo hay que hacer un esfuerzo para conectar con nuestros hijos. Es complicado pero vale la pena la recompensa que recibes".

Y así, bloque a bloque, construir una relación más fuerte entre padres e hijos que dure por muchas partidas más.