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Ruta de los Mayas

Panajachel, una noche mágica frente al lago Atitlán

Situada en el Altiplano de Guatemala, a una altitud de 1.560 metros sobre el nivel del mar, es el punto de partida para conocer una de las maravillas de la Naturaleza de América Central.

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Situada en el Altiplano de Guatemala, a una altitud de 1.560 metros sobre el nivel del mar, es el punto de partida para conocer una de las maravillas de la Naturaleza de América Central.

El Altiplano de Guatemala, en el centro del país, es la región en la que la cultura indígena está más arraigada. De hecho, las costumbres locales unen las tradiciones precolombinas con algunas de las que trajeron los colonizadores españoles, en las que no faltan las vivencias de los pueblos mayas. Aquí fue donde se creó el Popul Vuh, el libro sagrado de los pueblos mayas, los mismos que recorrían senderos, bosques de pinos y volcanes que hoy se encuentran prácticamente intactos para los amantes del turismo de naturaleza.

Si hay un destino de esta región que sobresalga especialmente, ese es el lago Atitlán, situado a 1.560 metros sobre el nivel del mar. Considerado uno de los más bellos del mundo, su paisaje, rodeado de grandes montañas recubiertas de espesa selva, que les da un tono verde intenso, tanto como el azul del cielo y el de las aguas, le valió la nominación incluso a ser considerada una de las siete Maravillas Naturales del Planeta.

Tres espectaculares volcanes, Tolimán, Atitlán y San Pedro, conforman el marco natural sobre el que se asienta el lago, con una superficie de 125 kilómetros cuadrados. Suficientes como para crear una ribera en la que no faltan carreteras panorámicas, playas, poblados mayas...

Para descubrir y llevar a cabo tanta actividad, nada mejor que optar por Panajachel como epicentro de nuestras aventuras. Bautizada como San Francisco Panajachel, apenas viven 11.000 habitantes en este pueblo a orillas del lago que fue conquistado, tras una cruenta batalla, por los españoles en el siglo XVI. No tardaría en ser utilizado como centro de conversión de los indígenas al catolicismo gracias a la pronta construcción de una iglesia en 1567, cuya fachada original, joya del colonialismo guatemalteco, está aún en pie.

Es uno de los rincones que ningún turista se pierde, al igual que el puerto de Tzanjuyú, de donde parten muchos pequeños barcos de pescadores que permiten a los viajeros navegar por el lago.

Atitlán quiere reivindicarse también como zona de turismo ecosostenible y, además, especializado en deportes extremos, de ahí que se hayan habilitado zonas para la práctica de deportes de riesgo. Así, hay rutas especiales para practicar ciclismo de montaña, media maratón, carreras de cayucos... Pasan por medio de hermosos cafetales, así como los jardines que rodean el pueblo de Panajachel. Por cierto, no lejos de allí, en el valle de San Buenaventura, otro de los lugares históricos de la cuenca del lago, se encuentra una reserva natural de 120 hectáreas con su propio mariposario.

La oferta hotelera en el lago Atitlán es muy variada, con hoteles de corte más convencional como el Porta del Lago, a otros que se acercan más a un concepto boutique, con pequeñas villas, como el Santa Catarina, el Atitlán o el Balam Ya; incluso de arquitectura colonial e histórica, como el San Buenaventura, perfecto por estar algo más alejado del centro del pueblo. Eso sí, dicen los aventureros que nada como hospedarse en los pueblos mayas alejados, en la orilla del lago, donde el concepto hotel aún no está explotado.

Gustos de hospedaje aparte, lo que sí es cierto es que tanto unos como otros disfrutarán al despertar de una de las mejores vistas del mundo.

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