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En la costa de Amalfi

Gallo Lungo, la isla con forma de delfín

Tiberio se enamoró de este lugar, y lo mismo ocurrió con los coreógrafos Massine y Nureyev. Mitología, ballet y lujo se unen en un lugar de leyenda.

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Las leyendas han acompañado siempre la historia de las islas de Li Galli (Gallo Lungo, Castelluccio y Rotonda). Durante años, se las conoció también como las islas de La Sirenuse, por creerse que era el hogar de las sirenas. Quizás la razón de esta teoría era la forma de la primera de ellas y, además, la de mayor extensión, una de las más originales que el capricho de la Naturaleza ha querido crear sobre el planeta. Y es que este pedazo de tierra frente a la costa amalfitana, entre Capri y Positano, tiene la silueta de un delfín con una definición magistral. Desde el aire es imposible no restregarse los ojos al verlo.

Ya habitada por familias poderosas de la época romana, visitada frecuentemente por Tiberio; el pasado siglo tuvo visitantes muy ilustres, como Sofía Loren, Greta Garbo, Ingrid Bergman, Jacqueline Kennedy o la princesa Margarita de Inglaterra. Y todo porque a comienzos de los años 20 fue adquirida por el bailarín de ballet y coreógrafo ruso Léonide Massine. Este se quedó prendado de la isla y de las ruinas que albergaba cuando la compró, durante unas vacaciones en Positano.

Mantuvo intacta la antigua torre romana en ruinas, de piedra, así como una capilla; y añadió tres villas, un muelle para barcos, varias piscinas y un hotel boutique de 13 habitaciones reservado para multimillonarios. Además, convirtió la torre de vigilancia romana, situada en la parte superior de la colina de la isla, en un estudio de baile, al que acompañó de un teatro al aire libre (destruido posteriormente por una tormenta).

Massine murió en 1979 y la propiedad quedó desierta por más de una década. No fue hasta 1988 cuando la compró otro bailarín soviético, Rudolf Nureyev. El artista quiso abrir una escuela de ballet en Li Galli, como su antecesor, pero murió cinco años después de la compra. Eso sí, en ese lustro le dio tiempo a reformar una de las villas. La decoró con un hermoso estilo morisco, inspirado en Andalucía, de la que trajo los azulejos que alicataron las habitaciones, antigüedades del siglo XIX.

La villa, que se puede alquilar, como el resto de la isla, mantiene esta decoración tan especial. Además de los azulejos andalusíes, hay que sumar un sinfín de cerámicas, de sillas árabes medievales así como de kilims, muchos de ellos elegidos por el mismo Nureyev, que era un admirador de este tipo de telas del Magreb.

Actualmente pertenece al hotelero que la adquirió tras la muerte del bailarín, Giovanni Russo. Se calcula que ha gastado más de 31 millones de euros en rehabilitar las villas para hacer de Li Galli la isla más exclusiva del mundo. Invirtió 15 años de trabajo en las reformas y, además de abrirla al público, permitió que barcos turísticos puedas llevar a turistas a la isla y que se bañen en sus aguas. Y, si se quiere, se puede alquilar por periodos largos (una villa o todo el complejo), como si fuera un apartamento en la playa. Eso sí, del mayor lujo conocido y con un precio no apto para todos los bolsillos, pues se calcula que no baja nunca de los 115.000 € semanales, y eso en temporada baja...

Para mantenerla vinculada al mundo del ballet, Russo invita a diferentes compañías a que viajes hasta Li Galli en verano. En el mismo lugar en el que Massine construyó su teatro al aire libre representan diferentes obras. Sin duda, el mejor homenaje.

Turismo de Italia

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