UN VIAJE ÚNICO
Un influencer argentino viaja a la isla habitada más remota del mundo: "Ha sido una experiencia inigualable"
Un creador de contenido argentino se unió a una expedición hasta la isla habitada más remota del mundo que sólo se hace una vez al año y ha compartido su experiencia en redes sociales.

Publicidad
En el mundo existen cientos de islas remotas y únicas, como Eil Malk, en la que hay un lago lleno de medusas inofensivas con las que podéis nadar. Muchas personas dedican gran parte de su vida a conocer lugares únicos en el mundo, y hay muchos destinos a los que sólo se debe ir si eres un viajero muy experimentado.
Pero, ¿a dónde vas cuando ya lo conoces casi todo? Esta es la pregunta que llevó a José Álvarez Torres, un Argentino de 24 años, a embarcarse en una travesía de casi un mes a conocer una de las islas más remotas del mundo: Tristán de Acuña (o Tristan da Cunha), la isla habitada más remota del mundo.
Esta travesía no es para principiantes, y según José "es un viaje para los que no saben a dónde más ir". Tristán de Acuña es un destino mítico para los amantes de las experiencias únicas, y llegar hasta allí implica más de diez días de travesía por un mar picado e implacable hasta llegar a Edimburgo de los Siete Mares, el pueblo más remoto del mundo; que cuenta con un bar, un museo, dos escuelas, una iglesia y una emisora de radio propia.
José, que es creador de contenido en redes sociales donde habla de sus viajes, se embarcó con un amigo desde Tierra de Fuego en un crucero de expedición con bandera holandesa que una vez al año parte hacia la isla más remota del mundo. La empresa que organiza estas travesías deja muy claro que su "Odisea del Atlántico" no asegura que vayan a poder desembarcar una vez que lleguen, dado que se han dado ocasiones en la que debido al estado del mar no pudieron amarrar y tuvieron que iniciar el retorno sin haberle dado a su centenar de pasajeros la oportunidad de tocar tierra.
Durante la travesía del argentino, el mar estuvo bravo, hasta el punto de que varios pasajeros se marearon por los vaivenes de la embarcación. Además, en el barco no había ninguna de las comodidades típicamente asociadas a un crucero, "ni casinos, ni espectáculos ni piscinas", únicamente una cafetería, un comedor, lugares donde sentarse y un objetivo claro, afirmó José.
Al caer la noche, los pasajeros, la gran mayoría de ellos viajeros curtidos pedían detalles al jefe de expedición, que les hacía un resumen del día y explicaba el plan del próximo. A pesar de que el jefe de expedición siempre decía que la posibilidad de amarrar no era del 100%, el día que llegaron el mar tuvo piedad y pudieron desembarcar en botes hasta Edimburgo de Los Siete Mares.
Una vez en el pueblo les avisaron de que tenían ocho horas para explorar la isla y conocer a la población, que después zarparían de nuevo. Ni siquiera ese horario estaba asegurado, ya que si por cualquier motivo el mar se embravecía tendrían que salir antes de tiempo.
José confesó que en la isla no hay gran cosa para hacer, y que es posible recorrer la población entera en apenas media hora. A pesar de ello pudo recorrer sus playas negras volcánicas, ver el entorno y hablar con la gente del pueblo, que le hablaron de su vida en un lugar tan remoto como aquel. Tristán de Acuña (que pertenece a Reino Unido junto con la isla de Santa Helena, que se encuentra unos 2.000 kilómetros al norte) recibe barcos con suministros cada dos meses, y su principal producción es la pesca de langostas y la agricultura, además de la venta de sellos a los pocos turistas que llegan todos los años.
La isla de Tristán de Acuña tiene el Récord Guinness a la población más remota del mundo, y hasta hace poco no tenían acceso a Internet, aunque se está mejorando con el paso del tiempo. Además, debido al aislamiento de la zona, en toda la isla sólo existen siete apellidos: Collins, Glass, Green, Hagan, Laverello, Repetto, Rogers, Squibb y Swain. José habló con dos jóvenes de la isla, de 18 y 20 años, que afirmaron que no querían irse. También le dijeron que sólo había cinco chicas solteras en todo Edimburgo de Los Siete Mares.
Por todo el viaje, que duró casi un mes, José pagó unos 8.500 dólares, que no considera que haya sido caro en absoluto, y afirma que su expedición fue una experiencia inigualable.
Publicidad