EN ESPECIAL LOS PERROS
Tener una mascota ha cambiado la forma de familia y de crianza de hijos
A medida que las tasas de natalidad descienden, el número de mascotas aumenta. El efecto a futuro es muy complejo.

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Desde hace ya décadas gran parte de las ciencias humanas se han centrado en analizar el vínculo que establecemos con nuestras mascotas y su impacto en nuestra vida. El "problema" es que algunos sociólogos argumentan que la interacción social entre humanos y animales no existe porque estos últimos no comparten el lenguaje con los humanos. Esto impediría la comunicación y, lógicamente la relación.
Pero de acuerdo con Andrea Laurent-Simpson, socióloga de la Universidad Metodista del Sur (SMU), el comportamiento de los dueños de mascotas indica lo contrario: la estructura familiar está cambiando para incluir especies no humanas, y las implicaciones son enormes.
"Los dueños de mascotas estadounidenses están transformando la definición cultural de familia – explica Laurent-Simpson en su libro 'Como familia: cómo los animales de compañía forman parte de un hogar' -. Los perros y los gatos son tratados como hijos, hermanos, nietos. De hecho, la Asociación Médica Veterinaria Estadounidense descubrió que el 85% de los dueños de perros y el 76% de los dueños de gatos consideran a sus mascotas como familia".
Para esta experta, la sociología dedica poca investigación al concepto de familias multiespecie, pero nuestras mascotas tienen un profundo impacto en aspectos como la fertilidad, la relación entre padres e hijos, las finanzas familiares, la participación de los miembros de la familia extendida y la propia estructura del hogar. De hecho, muchos países ya contemplan a las mascotas en temas de divorcio, incluyendo España, Portugal, Francia y Alemania.
A esto hay que sumarle el "efecto mascota": las tasas de natalidad están disminuyendo en todo el mundo, mientras que la crianza con perros está ganando popularidad. ¿Qué revela esta creciente tendencia en nuestras sociedades?
Un equipo de científicos de la Universidad Eötvös Loránd, liderados por Laura Gillet, sugiere que, si bien los perros no reemplazan a los niños, en algunos casos pueden ofrecer la oportunidad de satisfacer un impulso similar al de la crianza, pero con menos exigencias que la crianza de hijos biológicos. El análisis, publicado en European Psychologist, también examina cómo los roles cambiantes de los perros en las estructuras familiares modernas se ven influenciados por las circunstancias individuales, pero también por las normas culturales.
Muchos países ricos y desarrollados, incluyendo gran parte de Europa, América del Norte y Asia Oriental, experimentan actualmente una fecundidad inferior a la de reemplazo, lo que significa que las personas tienen menos hijos de los necesarios para mantener la población a lo largo del tiempo. En cambio, tener un perro ha ganado popularidad en las últimas décadas. En la mayoría de los países europeos, entre una cuarta parte y la mitad de los hogares tienen al menos un perro, a menudo considerado un miembro más de la familia.
¿Significa esto que las personas eligen tener perros en lugar de hijos? Los autores del estudio, del Departamento de Etología de la Universidad ELTE Eötvös Loránd, realizaron una revisión exhaustiva de estudios previos, para intentar responder a esta pregunta.
Una de sus ideas centrales postula que, para algunas personas, los perros pueden representar una solución gratificante, satisfaciendo un impulso genético de crianza y formación de vínculos sociales sin invertir los sustanciales recursos necesarios para criar a sus hijos biológicos. En otras palabras, los perros como mascotas ofrecen la oportunidad de establecer una estrecha conexión emocional con un ser dependiente, proporcionando emociones positivas, apoyo social e incluso un sentido de propósito, resultados que, en cierta medida, se asemejan a los que experimentan los padres, a la vez que son más fáciles de controlar y cuidar que un niño.
Pero ¿por qué los perros serían buenos candidatos para desempeñar roles similares a los de los niños en la vida de los humanos?
En primer lugar, sus capacidades cognitivas y su adaptabilidad a la comunicación humana les permiten exhibir una amplia gama de comportamientos sociales, a menudo comparables a los de los niños preverbales. Además, algunos perros, en particular aquellos con rasgos infantiles extremos (como los carlinos o los bulldogs franceses), pueden parecer tan indefensos, inofensivos e inocentes como los niños pequeños.
Otro paralelismo entre los perros de compañía y los niños pequeños es su evidente dependencia de sus cuidadores. La mayoría de los perros criados por familias humanas no pueden decidir qué comer, dónde y cuándo salir a pasear, ni con quién interactuar. Por esta razón, los dueños son responsables de brindarles los cuidados adecuados, y en muchos países se han creado marcos legales para proteger los derechos tanto de los animales como de los niños.
¿Cómo afectará esto a nuestra sociedad en el futuro? ¿Continuará el descenso de nacimientos en favor de mascotas? Ese es el objetivo del próximo estudio del equipo de Gillet.
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