PREOCUPANTES DATOS

Tecnología y salud mental: el vínculo no solo es negativo, también se extiende desde que nacemos hasta la adolescencia

Dos estudios independientes demuestran que los dispositivos tecnológicos facilitarían más la desconexión que la conectividad.

Niños y tecnología

Niños y tecnologíaPixabay

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De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), en España el 94,7% de los menores de 10 a 15 años accedieron a Internet en los últimos tres meses. Coincidentemente, las cifras son casi idénticas respecto a tener u smartphone. De este modo, más de 9 de cada 10 menores tienen un dispositivo tecnológico. Y esto tiene un impacto enorme, uno que excede la educación, su relación con el sexo, su capacidad para analizar la información… También incide, más de lo que pensamos, en la salud mental. Pero vamos por pasos. Y desde el principio.

El uso de tecnología por parte de los padres en presencia de menores es una preocupación creciente en la dinámica familiar, y ningún estudio ha sintetizado cuantitativamente su asociación con la salud y el desarrollo infantil. En pocas palabras: ¿cuánto afecta a nuestros hijos pequeños, menos de 6 años, que usemos dispositivos conectados?

Para responder a esta pregunta, un equipo de científicos australianos, liderados por Marcelo Toledo-Vargas, realizó un metaanálisis con el objetivo de analizar la relación entre el uso de tecnologías delante de menor y "su impacto en el desarrollo motor, el desarrollo cognitivo, la salud psicosocial, la actividad física, el tiempo frente a pantallas y el sueño en la primera infancia", señala el estudio publicado en JAMA Pedriatics.

Para ello el equipo de Toledo-Vargas analizó 6.212 estudios que evaluaban, desde el nacimiento hasta los 5 años, el efecto de la tecnología en los más pequeños.

Los resultados mostraron que hay relaciones importantes entre el uso de tecnología por parte de los padres en presencia del niño y la cognición, las emociones y la conducta social.

De hecho, el uso de tecnología por parte de los padres en presencia de sus hijos se asoció negativamente con los resultados cognitivos y psicosociales y el tiempo frente a la pantalla en niños pequeños. "Comprender estas asociaciones es crucial para fundamentar la investigación y las directrices destinadas a minimizar los posibles efectos negativos de este fenómeno en el desarrollo de la primera infancia", concluye el estudio.

Pero, ¿qué pasa luego? ¿Qué ocurre con estos niños y niñas cuando llegan a la adolescencia? Esta pregunta es el objeto de un nuevo estudio, en este caso publicado en Nature y liderado por expertos de la Universidad de Cambridge.

Los autores, liderados por Luisa Fassi, señalan que los jóvenes con una enfermedad mental diagnosticable muestran diferencias en sus experiencias en las redes sociales en comparación con quienes no la padecen, incluyendo una mayor insatisfacción con el número de amigos en línea y un mayor tiempo dedicado a ellas.

Así, los adolescentes con trastornos como la ansiedad y la depresión sienten falta de autocontrol sobre el tiempo que pasan en las plataformas, así como cambios de humor debido a los "me gusta" y los comentarios recibidos. Lo llamativo es que, pese a que sus experiencias no son buenas en redes sociales, pasan más tiempo en ellas: aproximadamente 50 minutos adicionales al día.

El estudio, basado en datos de una encuesta a 3.340 adolescentes del Reino Unido de entre 11 y 19 años, es uno de los primeros que analiza el uso de redes sociales entre adolescentes mediante evaluaciones clínicas de salud mental.

"La relación entre el uso de redes sociales y la salud mental juvenil es objeto de un intenso debate, pero casi ningún estudio se centra en jóvenes que ya presentan síntomas de salud mental a nivel clínico – explica Fassi -. Nuestro estudio no establece una relación causal, pero sí muestra que los jóvenes con problemas de salud mental usan las redes sociales de forma diferente".

Esto podría deberse, según el equipo de Fassi, a que los problemas de salud mental influyen en la forma en que los adolescentes interactúan con las plataformas en línea, o quizás el uso de las redes sociales contribuye a sus síntomas. Pero "en esta etapa, no podemos determinar qué ocurre primero, solo que estas diferencias existen", añade Fassi.

La "comparación social" (compararse con otros en línea) era dos veces mayor en adolescentes con trastornos.

"Algunas de las diferencias en cómo los jóvenes con ansiedad y depresión usan las redes sociales reflejan lo que ya sabemos sobre sus experiencias fuera de línea – concluye Fassi -. La comparación social es una parte bien documentada de la vida cotidiana de estos jóvenes, y nuestro estudio demuestra que este patrón también se extiende a su mundo digital".

Para los autores es importante comprender cómo los diferentes tipos de contenido y actividades en las redes sociales afectan a los jóvenes con diversas enfermedades mentales o con trastornos alimentarios, TDAH o depresión. Esto permitirá obtener una perspectiva completa no solo de posibles tratamientos y medidas, también (y más importante aún) de las causas.

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