VÍNCULOS GENÉTICOS

Restricción calórica contra la depresión

Existe un vínculo entre los genes que regulan la obesidad y los implicados en la depresión, pero hasta ahora no se había demostrado en humanos.

Dolor de estómago

Dolor de estómagoPixabay

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La depresión es la enfermedad neuropsiquiátrica más comúnmente diagnosticada, con síntomas que incluyen estado de ánimo deprimido, pérdida de interés o placer en actividades que antes eran placenteras, alteración del sueño o del apetito, autolesiones o pensamientos suicidas. De hecho, un estudio de la Carga Global de Enfermedades ha demostrado que la depresión es el trastorno más incapacitante a nivel mundial. A pesar de la cantidad de antidepresivos disponibles, su limitada eficacia, además de sus graves efectos adversos, sigue siendo una preocupación importante y requiere la búsqueda y validación continua de nuevas intervenciones terapéuticas. Y una de ellas podría ser la restricción calórica. Pero, ¿qué tienen que ver la ingesta de calorías con la depresión? Vamos por partes.

La depresión y la obesidad comparten vínculos genéticos, principalmente irregularidades en una gran variedad de neurotransmisores, sistemas enzimáticos y factores de transcripción, lo que resulta en la desregulación del eje hipotálamo-hipofisario-adrenal (HPA).

En este sentido, las intervenciones en el estilo de vida, como la dieta y la reducción del estrés, se han vuelto cada vez más populares por sus posibles beneficios. El microbioma intestinal, influenciado por la dieta y el estrés, desempeña un papel crucial en la salud mental y física. Desafortunadamente, hasta la fecha, la mayoría de los estudios que han analizado el vínculo entre obesidad y depresión, se han centrado en los apartados neurológicos de animales no humanos.

Recién el año pasado, un estudio, se atrevió a profundizar en cómo se relaciona, en los humanos, la obesidad y la depresión. Los resultados mostraron que, tras dos semanas de restricción calórica (ingerir entre un 20 y un 40% menos de calorías sin perder valor nutricional), la composición del microbioma intestinal se modificaba en mujeres con sobrepeso y estrés psicológico. También se detectó un aumento en los niveles de Oscillibacter en la microbiota, una bacteria que se asocia con una mejor salud mental y una reducción del estrés.

Solo hay un problema: el estudio se realizó únicamente en mujeres, se llevó a cabo durante dos semanas y las voluntarias eran apenas 41, lo que hace que sea un estudio muy específico, por decirlo de algún modo.

Para intentar resolver esto de una vez, un equipo de científicos de la Universidad de Bond (Australia), liderados por Loai Albarqouni, ha realizado una revisión sistemática y un metaanálisis en el que evaluaron los efectos de las intervenciones dietéticas sobre la depresión y la ansiedad en adultos. El estudio se ha publicado en Annals of Internal Medicine.

Para ello revisaron datos de 25 ensayos controlados aleatorizados (ECA) con más de 57.000 adultos que evaluaron el efecto del asesoramiento dietético con o sin provisión de alimentos en comparación con los hábitos alimentarios habituales sobre la depresión y/o la ansiedad durante al menos tres meses. Las dietas estudiadas incluyeron restricción calórica, dietas bajas en grasas y dietas de estilo mediterráneo.

El resultado principal del estudio fue el cambio en la gravedad de la depresión o la ansiedad, y los resultados secundarios incluyeron la incidencia de depresión y ansiedad, así como la calidad de vida (CdV). El equipo de Albarqouni descubrió que, en comparación con la atención habitual, la restricción calórica y una dieta baja en grasas pueden reducir los síntomas depresivos en adultos con riesgo cardiometabólico elevado.

Sin embargo, su efecto sobre la ansiedad es incierto. En comparación con otras dietas, las dietas bajas en grasas pueden reducir la ansiedad, pero la evidencia sobre su efecto sobre la depresión es incierta. La evidencia también es incierta respecto al efecto de una dieta mediterránea sobre la depresión, la ansiedad y la CdV.

En general, si bien la restricción calórica y las dietas bajas en grasas podrían reducir los síntomas depresivos en ciertos grupos, los investigadores mostraron poca confianza en los hallazgos y recomiendan que los pacientes consulten cualquier cambio en su dieta con un profesional de la salud antes de implementarlo.

Se trata de un campo en el que se une la salud mental, la alimentación, pero también la química y fisiología, la microbiota y todo ello aplicado directamente al cerebro humano, no a los animales. Y este es un primer paso.

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