EL DEBATE DE TODOS LOS AÑOS

Cambio de hora en España: ni beneficios en la salud, ni ahorros en la economía

El parlamento europeo, basado en la evidencia científica y en los datos económicos, propone la abolición de los cambios.

Cambio de hora en otoño

Cambio de hora en otoñoiStock

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La madrugada del sábado 25 al domingo 26 de octubre, los relojes se retrasarán de las 3:00 a las 2:00, recuperando una hora "extra". Un gesto simbólico que podría parecer inofensivo e incluso, a corto plazo, benéfico para mantener un "diálogo con Morfeo" durante 60 minutos extra, pero la realidad es que su efecto real en ahorro energética y bienestar ha sido motivo de debate científico durante años. Y las conclusiones son claras.

Según múltiples estudios, no hay evidencia concluyente de que el cambio de hora traiga beneficios reales significativos. Hoy muchos expertos sostienen que su continuación se justifica más por razones históricas o económicas que por ventajas tangibles. Y la realidad es que la parte económica también queda en entredicho. Vamos por partes.

Un estudio, publicado en Nature y realizado en 16 países europeos entre 1998 y 2012 detectó que, tras el cambio de hora de primavera, la mortalidad total disminuye estacionalmente, pero durante los primeros días el patrón se invierte: se observa un aumento de muertes por causas diversas. En otoño, tras el regreso al horario estándar, la mortalidad tiende a incrementarse más de lo esperado en la zona temporal. Pero de acuerdo con los autores este incremento podría tener un motivo: "la mayor incidencia de mortalidad los lunes también podría explicarse por un posible efecto fin de semana, es decir, un resultado alterado para el paciente si los ingresos o intervenciones hospitalarias ocurren durante el fin de semana", señala el estudio.

Otro estudio ha demostrado que los cambios de horarios se asocian con deterioro en la calidad del sueño, mayor somnolencia, y efectos más pronunciados en personas con cronotipos vespertinos (los llamados "búhos nocturnos"). Al menos durante los primeros días.

En Portugal, un análisis centrado en la desalineación del horario oficial frente al horario solar documenta alteraciones del sistema circadiano que podrían afectar el estado de ánimo, la función cognitiva y la sincronía biológica.

Todo eso apunta a que cada cambio de hora introduce un pequeño desajuste cuya magnitud varía según la edad, la salud y los hábitos, pero que no puede despreciarse cuando hablamos de bienestar colectivo. No es lo mismo el efecto que produce en adolescentes que precisan más horas de sueño o en personas que trabajan por la noche, que en quienes no tienen horarios "madrugadores" y mantienen una "higiene del sueño" adecuada: al menos 7 horas, no usar pantallas una hora antes de dormir, no consumir cafeína…

La Academia Estadounidense del Sueño (AASM) considera que los ajustes horarios bianuales suponen un riesgo de salud pública: incrementan la probabilidad de eventos cardiovasculares, trastornos emocionales, errores humanos y accidentes relacionados con somnolencia. "Estos cambios – señala Jay Pea, presidente de la Save Standard Time - puede parecer inofensivo, pero la realidad es mucho más compleja —dijo Jay Pea, copresidente de la coalición y presidente de Save Standard Time—. Altera nuestros relojes biológicos, afecta la calidad del sueño y aumenta el riesgo de incidentes de salud y seguridad evitables, como accidentes automovilísticos, eventos cardiovasculares e incluso errores laborales, en los días posteriores al cambio de hora. Adoptar un horario estándar permanente, en cambio, ofrece una mejor solución para el bienestar durante todo el año". Eso sí, hay que aclarar que Pea es un ingeniero de software y no tiene ninguna formación en salud, sociología o cualquier disciplina vinculada a los efectos de los cambios de horario.

Dicho esto, un estudio de simulación publicado recientemente por expertos de la Universidad de Stanford, analizó la política de cambio de horarias en Estados Unidos y concluyó que eliminar los cambios podría reducir la obesidad y accidentes cerebrovasculares. "Desde una perspectiva circadiana – señala un comunicado- , hemos tomado la peor decisión. El horario estándar permanente o el horario de verano permanente serían más saludables que nuestra vacilación estacional, y el horario estándar permanente beneficiaría a la mayoría de las personas".

Finalmente podemos citar un estudio, publicado en Journal of Clinical Sleep Medicine, que advierte que la variabilidad anual entre horario estándar y horario de verano crea una "desalineación crónica" con efectos negativos sobre la salud física y mental.

En síntesis, los costes en salud no son dramáticos para cada individuo, pero suman cuando hablamos de poblaciones enteras y a largo plazo. Por suerte sí se compensan con los beneficios económicos… ¿O no?

El argumento clásico para mantener el cambio de horario ha sido ahorrar energía eléctrica, especialmente en iluminación vespertina. Pero la ciencia reciente muestra que ese ahorro es marginal y a veces inexistente.

Un metanálisis de 44 estudios en distintas latitudes, realizado por la Asociación Internacional para la Economía de la Energía (IAEE) estima que el ahorro promedio cada vez que se cambia la hora ronda apenas el 0,34% del consumo eléctrico en el período afectado.

Y no es el único que confirma ahorros exiguos. En Eslovaquia, un análisis de datos horarios entre 2010 y 2017 sugiere un ahorro de aproximadamente el 0,8% anual gracias al horario de verano. Mientras que, más cerca, en España y Portugal, un estudio en campus universitarios (siete en total) señala que el cambio primaveral condujo a un modesto ahorro del 1,7% en consumo eléctrico, mientras que el regreso en otoño implicó un aumento del 1,2%.

La ausencia de un ahorro justificable, ha hecho que, hasta el Parlamento Europeo, al debatir la abolición del cambio de horario, reconozca que no existe evidencia clara de un impacto positivo en el ahorro energético, una de las razones históricas del cambio.

Los informes de Time Use Initiative señalan que para la UE el ahorro eléctrico derivado del cambio puede considerarse cero o cercano a cero, y en algunos análisis podría generar aumento eléctrico. En resumen: el argumento del ahorro energético tiene fundamentos históricos, pero con la tecnología moderna (LED, climatización eficiente) su impacto real ha dejado de ser convincente.

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