CIENCIA FORENSE

Avance para CSI: Descubren 20 bacterias responsables de la descomposición de la carne

Por primera vez se han identificado estos microbios, lo que permite datar la hora de la muerte con mayor precisión.

Bacterias

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Todos conocemos las técnicas de las series policiales, principalmente CSI, a la hora de realizar las autopsias y determinar el momento de la muerte. En las primeras horas se utiliza la temperatura corporal como medida: se supone perdemos en torno a 1,5 ºC cada hora, algo más lento tras las primeras horas. Pero después de algunos días, la temperatura ya no vale como parámetro y comienzan a utilizarse otras opciones. Una de ellas son las bacterias que hacen acto de presencia apenas nuestro sistema inmune se desactiva. Así, las diferentes familias de microbios determinan, con cierta precisión, el momento de la muerte.

Ahora, por primera vez, un equipo de científicos de la Universidad Estatal de Colorado, liderados por Jessica Metcalf, han identificado lo que parece ser una red de aproximadamente 20 microbios que impulsan universalmente la descomposición de la carne animal (lo cual sí, incluye a los humanos). Los hallazgos, publicados en Nature Microbiology, tienen implicaciones significativas para el futuro de la ciencia forense, incluido el potencial de proporcionar a los investigadores de la escena del crimen una forma más precisa de determinar el momento de la muerte de un cuerpo.

"Es realmente genial que existan estos microbios que siempre aparecen para descomponer restos de animales – explica Metcalf -. Con suerte, estamos abriendo toda esta nueva área de investigación ecológica".

La descomposición es, paradójicamente, uno de los procesos fundamentales de la vida. Los desechos orgánicos de las plantas representan la gran mayoría de la materia que se descompone, un proceso que se comprende relativamente bien. Sin embargo, se sabe comparativamente poco sobre la ecología de la descomposición de los vertebrados. Comprender mejor cómo se descomponen tiene el potencial de hacer avanzar la ciencia forense.

Para este estudio, el equipo de Metcalf analizó 36 cadáveres que se descompusieron en diferentes climas y durante las cuatro estaciones. Luego recogieron muestras de piel y suelo durante los primeros 21 días. A partir de las muestras generaron una cantidad significativa de información molecular y genómica con la que pudieron construir una imagen general de la "comunidad microbiana" o microbioma presente en cada sitio. "Básicamente qué microbios hay, cómo llegaron allí, cómo cambia eso con el tiempo y qué están haciendo", añade Metcalf.

Lo sorprendentemente de los resultados obtenidos, fue que, independientemente del clima o el tipo de suelo, encontraron el mismo conjunto de aproximadamente 20 microbios especializados en descomposición en los 36 cuerpos. Es más, esos microbios llegaron como un reloj en ciertos puntos durante el período de observación de 21 días, y los insectos jugaron un papel clave en su llegada. Gracias a ello crearon una herramienta que puede predecir con precisión el tiempo transcurrido desde la muerte de un cuerpo, también conocido como intervalo postmortem, algo que tienen importantes implicaciones para la ciencia forense.

"Cuando se habla de investigar escenas de muerte, hay muy pocos tipos de evidencia física que se pueda garantizar que estarán presentes. Nunca se sabe si habrá huellas dactilares, manchas de sangre o imágenes de la cámara. Pero los microbios siempre estarán ahí", afirma Metcalf.

Además de identificar a los "descomponedores universales", los autores también intentaron determinar de dónde procedía esta comunidad microbiana. Lo extraño es que, pese a contar con los análisis genómicos, no pudieron encontrar los microbios en las bases de datos de microbiomas del suelo ni en los catálogos de microbiomas de la piel y el intestino humanos. Sin embargo, sí los pudieron encontrar en los insectos y estos serían los que llevarían los microbios al cuerpo en descomposición.

Por si fuera poco, los resultados obtenidos se pueden aplicar más allá de las ciencias forenses, por ejemplo en la agricultura y en la industria alimentarias, señala el estudio.

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