La primera temporada de 'Cardo' resultó tremendamente impactante y rompedora. Nadie que se acercara a conocer las desdichas de aquella joven llamada María podía mantenerse indiferente. El personaje interpretado por Ana Rujas, que le valió el Premio a Mejor Actriz Protagonista en los Feroz el año pasado, llegaba y hacía sufrir y reflexionar al espectador.
Su incomodidad constante, plasmada en guiones redondos bajo la dirección de Claudia Costafreda, hacían ver un aislamiento social que resultaba doloroso y reconocible al mismo tiempo. Con razón, los Feroz también la premiaron como Mejor Serie Dramática. Como dice la propia Ana Rujas, "todos somos un poco María, hay algo de ella en todos". Lo que pasa es que ella es tan extrema que estremece, por lo que le ocurre y por cómo lo gestiona.
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En la primera temporada, María se ve envuelta en un accidente de tráfico cuando conduce la moto de un señor mayor que ella que trata de acosarla a la salida de un after. A partir de ahí todo se precipita en una caída al vacío que acaba con ella sumida en una vorágine en la que el alcohol y las drogas la están devorando. Muchos de sus problemas vienen de una mochila bien cargada de inseguridades y de un entorno social que la acompaña en su declive para soltar su mano en el último momento y contemplar impasible su caída.
Ella es una winner y una loser al mismo tiempo. Guapa, con un trabajo de modelo y actriz pareciera que, superados los años de la inseguridad postadolescente, podría acabar encontrando su lugar en el mundo, pero las cosas no van a ser tan fáciles. María trata de agradar pero se le nota demasiado y nunca acierta. Si antes generaba desconcierto, en la segunda temporada todo va a ir a peor.
Han pasado tres años y acaba de salir del centro penitenciario. Se ha alejado de la cocaína y el alcohol, que antes ocupaban todas sus horas del día en un intento de evasión constante y totalmente autodestructivo. Pero su estigma es enorme, la gente que estaba cerca de ella ha pasado de largo, todos parecen ciegos excepto para mirar hacia otro lado cuando se trata de ayudarla. Como dice Claudia Costafreda, "están en su casilla de comodidad, pero María no tiene una, ella tienen que luchar para encontrarla". Esa lucha es desesperante y la lleva a nuevas adicciones, aunque ahora las sustancias que la martirizan se vendan en farmacias y tengan nombres tan tristemente comunes en nuestra sociedad como el Diazepam.
Con Javier Calvo y Javier Ambrossi repitiendo en la producción ejecutiva, la serie retoma sus atmósferas de contrastes imposibles que hacen de la confrontación entre lo folclórico, lo moderno, lo religioso, lo cool y lo chabacano una suerte de realidad fácilmente palpable que resultará familiar, especialmente, para cualquiera nacido en la década de los 90.
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