Quienes sufren alergias alimentarias graves saben muy bien que el más mínimo rastro de un alérgeno en la comida puede provocar en ellos una fuerte reacción, llegando incluso a provocar un choque anafiláctico y, en algunos casos, síntomas que ponen en peligro la vida de la persona. Este es el caso de David, alérgico a la proteína de la leche y a la avellana.

Acompañado de su madre, el joven se encuentra con Alberto Chicote para relatar en primera persona su experiencia al equipo de ¿Te lo vas a comer?. "Decidimos ir toda la familia a comer fuera y algo salió mal", comienza a relatar. "Lo primero que hice fue pedir la carta de alérgenos e informar de que soy muy alérgico", recalca.

"Me cogí una hamburguesa personalizada", explicada, "hecha de cero y personalizada para mí", supuestamente, sin riesgo, a priori, de haber sufrido contaminación cruzada. "Me pegó el latigazo al primer bocado", rememora. Su madre toma en este momento la palabra. "Me dijo que se sentía fatal, que le acompañara al baño a que se pusiera la adrenalina. Se la puso y nada, no reaccionaba y empezó a ahogarse, no podía respirar", cuenta.

David asegura que en otras ocasiones, la adrenalina le había funcionado. "Era una batalla que la tenía ganada la medicina. Esta fue la primera vez que pensé que igual no". El joven terminó ingresado en la UVI durante 24 horas. "Cada segundo que pasaba lo veía más crudo, porque no solo fue el choque anafiláctico. También me derivó en un broncoespasmo. La reacción no bajaba y me tuvieron que hacer lavado de estómago (...) Todo eso te deja un daño psicológico y me costó mucho volver a comer fuera de mi casa".

Tras esta situación, llevaron a analizar las hamburguesas a un laboratorio. "Sale que tanto el contenido de la hamburguesa como el pan de la hamburguesa contienen leche", explica.

"Fue curioso, porque el camarero nos dijo que el vegano podía tener trazas, que mejor se pidiera el sin gluten para asegurarse", relata su madre.