En 1955, Franco presumía en Cataluña de que la guerrilla urbana ya se suponía casi desactivada. En una de estas visitas, un tal Quico Sabaté subió a un taxi, convenció al conductor de que era un policía que quería lanzar octavillas con loas al dictador y con un mortero adaptado disparó miles de consignas guerrilleras.
"Él no se disfrazaba cuando iba a atracar un banco, abría la gabardina y sacaba la Thompson", afirma en el vídeo sobre estas líneas el historiador Argimiro Ferrero, que explica que este hombre, cuando robaba un banco, "decía 'no soy ningún atracador, no soy ningún asesino. Soy Quico Sabaté, y estos fondos no son para enriquecerme, son para los presos, para el exilio, para continuar la lucha contra la dictadura'".
Sabaté llegó a ocupar portadas en la revista 'El Caso como el hombre más buscado por el franquismo. De hecho, llegó a inspirar una película de Hollywood que la dictadura prohibió en nuestro país. La historia de Quico Sabaté, el guerrillero real, era la de un anarquista que siguió con la lucha casi en solitario cuando ya ni siquiera las organizaciones de izquierdas la apoyaban.